Así le iba a los trabajadores con Porfirio Díaz

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La vida de los trabajadores durante el porfiriato era terrible.

Así le iba a los trabajadores con Porfirio Díaz

Así le iba a los trabajadores con Porfirio Díaz

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La Revolución estalló por cuestiones laborales

Sabemos que las condiciones laborales de la mayoría de los mexicanos durante el Porfiriato fueron un desastre. Los abusos cometidos por las trasnacionales que llegaron durante la época, apoyados por el régimen de Porfirio Díaz, mantenían prácticamente en la línea de la indigencia a la mayoría de los obreros. Un trabajador de la época, tenía que abandonar la idea de tener un hogar fijo, no tenía las más mínimas prestaciones y su sueldo era claramente insuficiente para sobrevivir. Muchos de ellos, compraban los alimentos más básicos a crédito, y mantenían una deuda literalmente esclavizante. Para los políticos y militares, la Revolución fue una lucha del orden público, una lucha de poder. Pero para quienes marchaban junto a los caudillos, los que abandonaron todo para tomar un fusil en las manos, para las masas anónimas, las razones de la Revolución fueron las condiciones de vida que tenían que soportar, especialmente en torno al trabajo. Si hace más de cien años se libró una batalla contra esas condiciones, es de suponer que ahora estemos mucho mejor, ¿cierto?

Abuso y migración

Llegada de Álvaro Obregón a la Ciudad de México (Photo by Fox Photos/Getty Images)
Normalmente se considera que la industria en México llegó con el Porfiriato, pero es un error. Varias formas de industria lo precedieron e incluso siguieron existiendo después del destierro de Díaz. Familias que eran ricas antes, durante la intervención francesa, por ejemplo, siguieron siendo ricas después del Porfiriato (algunas todavía siguen siéndolo). Sin embargo, el tipo de industria que se consolidó, sobre todo a partir de 1890, dejó su impronta en la vida pública de México. Desde el estado mexicano, se promovió la inversión extranjera con atractivos beneficios para las empresas estadounidenses, inglesas y alemanas. Uno de esos beneficios fue la supresión de las aspiraciones laborales mexicanas. Es decir, la oferta era extraer recursos naturales para la importación trabajada por mano de obra barata. Un obrero promedio ganaba apenas lo suficiente para vivir, por jornadas laborales de 12 o 14 horas diarias. Además tenía que migrar constantemente, pues el trabajo no permanecía durante mucho tiempo en el mismo lugar. Si trabajabas en la apertura de una mina en el Estado de México, después de un tiempo el trabajo terminaba y tenías que irte a Sonora para continuar teniendo sustento. Algunos incluso consideran que gracias a esta movilidad, quienes entraron al conflicto bélico junto a Pancho Villa no tenían problema en desplazarse a cualquier parte del país.
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Revolucionarios de Sinaloa, México 1913. (Photo by Topical Press Agency/Hulton Archive/Getty Images)
La analogía más precisa con este asunto está en el trabajo de maquilas en el occidente y norte de país, y cierta producción agrícola. Las maquilas de Jalisco, especialmente de industria electrónica, y las de la frontera, especialmente en textiles, así como la producción de berries en Jalisco y Michoacán tienen un sistema de subcontratación que ha inspirado a muchas empresas. Es decir, utilizan huecos legales para abusar de los trabajadores. Por ejemplo, contratan empresas “enganchadoras” que buscan cada año a las obreras y obreros, quienes no hacen antigüedad y nunca tienen una relación laborar concreta con la maquila para la que realmente trabajan. Por lo que son “desechables”, pueden contratarlos o despedirlos según los pedidos que cada maquila tenga. Estas maquilas han llegado a México por las facilidades que les da el gobierno, tanto las legales y explícitas, como descuentos o desaparición de aranceles, y otras ilegales e implícitas, como la explotación de mano de obra barata. Según Gabriel Mendoza Zárate en su libro La fábrica de la crítica. Los trabajadores “subcontratados” de la industria electrónica en México, las y los trabajadores en las maquilas reciben presión para quedarse horas extras de trabajo sin ningún tipo de paga o una paga muy baja. Cuando un proyecto grande llega, los mandos medios son presionados para cumplir sus metas, sin consideraciones de las condiciones laborales. A su vez, ellos presionan a las trabajadoras o trabajadores para quedarse más horas, trabajar más duro o ir los fines de semana. No hay un castigo explícito cuando no se cumplen estas expectativas, pero existen varios testimonios que dicen que quien no acepta este acoso, no vuelve a ser contratado, y se le “ficha” para todas las maquilas de la zona. Por si fuera poco, las instalaciones de trabajo se encuentran lejos de las viviendas de las personas, en zonas suburbanas. Los y las trabajadoras suelen vivir en pueblos o colonias pequeños, en los que no hay transporte público. Por lo que todos los días tienen que tomar un camión que provee la misma empresa y cuyo costo se descuenta de su sueldo. Algunas veces, el costo no se cobra, y se considera una “prestación”; a pesar de que suelen usar camiones propiedad de los municipios. Por otro lado, muchos de ellos vienen por temporadas de distintos estados del país con los más altos niveles de desempleo, como el sur. Se les cobra también la estancia, la comida y el agua; a pesar de que duermen en galeras con pésimas condiciones laborales y beben agua en tambos que solían contener pesticida.

Trabajadores desechables

El gobierno de Díaz hizo muy poco para defender a los trabajadores mexicanos. Durante sus últimos años en el poder, estallaron dos huelgas importantes que se consideran antecedente de la Revolución, una en la mina de Cananea, Sonora, y otra en la fábrica textil de Río Blanco, Veracruz. Ambas fueron reprimidas violentamente por gobiernos locales y el federal. La segunda incluso pidió la intervención de Díaz para negociar con los patrones y el presidente intervino a favor de quienes pagaban sueldos de miseria y obligaba a los trabajadores a trabajar en pésimas condiciones.

Huelga de Rio Blanco, 1907. (Wikimedia Commons)
Un trabajador mexicano de le época se exponía sin protección a los químicos que se sabía que eran tóxicos, o a las calderas y a la contaminación que producían. Sabemos que los riesgos eran conocidos, porque los mineros de Cananea denunciaron que sólo ellos eran expuestos a las difíciles condiciones, que sus compañeros estadounidenses nunca se acercaban a las zonas de riesgo. Actualmente las personas que trabajan para maquilas no han mejorado diametralmente sus condiciones laborales, además de los bajos sueldos y las malas condiciones laborales, el acceso a servicios médicos es prácticamente nulo, como lo era en el Porfiriato. Algunas de estas empresas tienen unidades médicas, que funcionan básicamente como paliativos para que los trabajadores sigan operando a pesar de la enfermedad. Existen testimonios de mujeres que han sido presionadas y amenazadas en el trabajo a pesar de encontrarse gravemente enfermas o con embarazos de riesgo. A estas condiciones en contextos específicos, tenemos que agregar el trabajo free lance entre los jóvenes de la urbes, que suele ser una forma de subcontratación y explotación en la que sólo unos pocos sobresalen y la mayoría necesita mantener varios trabajos a la vez para que apenas les alcance para subsistir. ¿De verdad se ha conseguido la justicia laboral o, en estos temas, seguimos en la época porfirista?