Janitzio Lucha para Que su Tradición No se Convierta en Folklore
Fernanda Zúñiga | N+
El poblado de Janitzio, en Michoacán, se ha vuelto popular por su riqueza cultural. Esto ha provocado un ingreso masivo de turistas a la isla, el cual abruma a los pobladores

Isabel y Alejandro Guzmán decorando el arco que representa a su hija. Foto: N+
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Por la mañana, la isla de Janitzio está cubierta por un denso velo de neblina que apenas deja entrever la estatua de Morelos que luce en la cima. A esa hora los perros aún duermen sobre las calles empedradas y las mujeres de cada familia salen a barrer la entrada de su casa o a dejar a los niños a la escuela. Algunas de ellas, cuando van de regreso, ya cargan con los ramos de cempasúchil y las velas que utilizarán para adornar sus altares.
“Ellos llegan con el frío, con las mariposas, con los patos. Cuando empezamos a verlos por la isla sabemos que nuestras ánimas están regresando”, dice Domingo Guzmán, el presidente del Consejo Indígena de Janitzio, mientras acomoda un plato de charales preparados.
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A partir del 30 y 31 de octubre, las y los pobladores de Janitzio se preparan para recibir a sus seres queridos. Comienzan a llegar grandes cantidades de flores de cempasúchil, velas, papel picado y fruta para colocar en la ofrenda. En su cultura, cuenta el señor Domingo, no creen en la muerte, sino en la trascendencia, de ahí que ellos nombren a su celebración Noche de las Ánimas, donde reciben a sus seres queridos.
Para ellos, este acto es más que una tradición, es un encuentro espiritual que poco a poco ha dejado de lado su intimidad por la gran afluencia de turismo.
Y es que Janitzio, durante esta época del año, se ha convertido en uno de los epicentros culturales más importantes del estado de Michoacán. Sus tradiciones purépechas, su profundo significado sobre la vida y la trascendencia han impactado a nivel nacional e internacional.
De acuerdo con los pobladores, aproximadamente el 80 por ciento de la comunidad se dedica al turismo. Todo comienza cuando los visitantes llegan a los muelles que se encuentran en Pátzcuaro, el general y el San Pedrito, donde toman lanchas que los transportarán por el lago durante 20 minutos para poder llegar.
Muchos de los lancheros que prestan sus servicios son pobladores de la comunidad purépecha, que, gracias al legado familiar, han podido adquirir y mejorar sus medios de transporte y trabajo. Uno de ellos es Rodrigo Campos.
“Aquí es una satisfacción recibir al turismo. A eso nos dedicamos, a tratar que se vayan con un buen sabor de boca y digan que Janitzio siempre los recibe con los brazos abiertos”, dice mientras se arregla su camisa blanca, uniforme que porta todos los días para trabajar en el muelle.
Él, como otros lancheros, es la primera instancia que recibe a los turistas de todas partes de México y el mundo. Es el primer filtro para sondear a la gente, pero también para poder dar a conocer algunas de las actividades que su pueblo lleva a cabo.
A unos metros de llegar a la isla, se puede observar una demostración de la pesca con red de mariposa que es característica de la comunidad. Una pequeña coreografía es realizada por cuatro de ellos, que después de presentar su destreza con la red, pasan con una jícara de plástico a lado de la embarcación para recaudar propinas.

Cuando bajan los pasajeros, les recuerda de qué color son las embarcaciones que pueden regresarlos y los horarios de las salidas. Al preguntarle sobre el comportamiento de los visitantes a la isla, comenta que en su generalidad son buenas personas, pero en algunas ocasiones llegan alcoholizados o con mucha euforia festiva.
“Se les recomienda que respeten, que no hagan desmanes, que no digan malas palabras, que dentro del panteón respeten las tumbas y sobre todo respeten nuestras tradiciones y nuestra cultura, porque a veces piensan que es una fiesta”.
Rodrigo formula con cuidado la frase, ya que de por medio está la gran derrama económica que hacen los turistas y, por otro lado, su cultura y creencias. No es el único que piensa así. Juan de la Cruz, profesor de una secundaria intercultural de Janitzio, menciona que una de las principales cosas por las que llega la gente a su comunidad es el morbo, para ver qué tipo de actividades realizan y al mismo tiempo pachanguear.
“Nos llega de dos tipos de turismo, un turismo que viene a conocer la parte cultural, pero el otro que también viene en el son de divertirse”, dice mientras tiene de espaldas a la isla de Janitzio. Y es que el principal problema es que se ha creado una identidad festiva, no solo en Janitzio, Michoacán, sino en todo el país alrededor del Día de Muertos o Día de las Ánimas.
En la capital, después de que se grabó la película de 007, se comenzó a realizar un desfile para estas fechas donde se pueden ver grandes catrinas, catrines y figuras alusivas a la muerte en toda la historia prehispánica y colonial de México. Mezcla baile, performance, caracterización, tradición y vibras de carnaval. Esto ha provocado un incremento en el turismo para estas fechas.
“Mucha gente viene pintada de catrina y para nosotros la catrina no significa nada. Hay una distorsión muy grande, pero como vende, entonces a los gobiernos les interesa, no tanto porque conozcan realmente de la cultura”, dice Juan de la Cruz.
De acuerdo con los locales, los turistas vienen buscando la forma y no el fondo de la cultura purépecha, aunque el turismo no es el único que lo propicia; también el gobierno del estado y el sector turístico, como los hoteles, restaurantes y locales que sacan el provecho de esta cosmovisión.
“Han comercializado mucho una estructura que le llamamos Uatsakurï, que en español quiere decir cruzado, aunque también le decimos arco. Ese arco significa un portal para que los difuntos lleguen a este mundo. Sin embargo, esta estructura la toman como un simple adorno fuera de Janitzio”.
Es por eso que los locales mencionan que los turistas llegan buscando la forma y no el fondo de la cultura purépecha. La foto, la fiesta y eso es algo que no llegan a encontrar, lo que es difícil de lidiar.
“En el panteón a veces no respetan a nuestros seres queridos. Pasan como quieren y todavía se enojan cuando uno les llama la atención. Oiga, no pase ahí, no pise ahí”, menciona José Guzmán, quien es rezandero en la iglesia de Janitzio.
De hecho, la pandemia de COVID-19 fue uno de los momentos en los que la comunidad pudo experimentar sus ritos como lo hacían sus bisabuelos. Fue gracias a que la isla cerró por completo su entrada al turismo que pudieron velar a sus seres queridos, sin presión, sin visitas, sin expectativas.
“Nos tocó vivir esa experiencia y a lo mejor nunca la vamos a volver a repetir. ¿Por qué? Porque también dentro de la isla hay necesidades, pero también no queremos prostituir nuestros usos y costumbres y nuestras tradiciones, porque son tradiciones de nosotros”, dice Domingo con un tono firme.

Para estas fechas, los pobladores de Janitzio solo piden que respeten sus tradiciones, su velación y su cultura, de tal forma que puedan regresar a sus casas con satisfacción de lo que vieron y vivieron en la isla, tratando de entender el mundo desde otra perspectiva.
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