‘Colombia Es un Ratón Corriendo en un Carrusel’: Juan Gabriel Vásquez Habla de su Nueva Novela

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Elisa de Gortari | N+

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El escritor colombiano conversó con N+ sobre su más reciente novela, ‘Los nombres de Feliza’, así como de los lazos ocultos entre México y Colombia

Juan Gabriel Vásquez habla de su nueva novela, ‘Los nombres de Feliza’

Juan Gabriel Vásquez habla de su nueva novela, ‘Los nombres de Feliza’. Foto: AFP

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Juan Gabriel Vásquez ha publicado su nueva novela, Los nombres de Feliza (Alfaguara), donde aborda la vida de la escultura Feliza Bursztyn, quien falleció en el exilio en París. N+ habló con el escritor colombiano sobre este libro, así como sobre algunos hitos de su carrera.

Feliza Bursztyn es célebre por sus esculturas con chatarra y escoria, pero también es un personaje representativo de los cambios políticos que padeció Colombia en la segunda mitad del siglo XX. Por motivos políticos, Bursztyn tuvo que exiliarse, primero en México y más tarde en Francia, donde falleció. Al respecto, Gabriel García Márquez escribió un artículo donde sentenció que la artista había “muerto de tristeza”.

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Las tres palabras de García Márquez que inspiraron la nueva novela de Juan Gabriel Vásquez sobre Feliza Bursztyn

Pregunta: ¿Cómo nació la idea de escribir Los nombres de Feliza?

Respuesta: Esa primera semilla (“el primer pálpito”, como decía Nabokov) de Los nombres de Feliza nació cuando yo tenía 23 años y acababa de llegar a París, con la idea absurda en la cabeza de tratar de ser escritor. En un momento enfermé de algo con lo que los médicos no daban, y que acabó siendo un virus que no podían identificar, pero eso me obligó pasar por muchas salas de espera y por muchos trayectos en metro.

Entonces, me llevaba un libro que fuera fácil de leer para una cabeza un poco preocupada. No podía ser En busca del tiempo perdido y acabó siendo una recopilación de los artículos de García Márquez, que yo había traído conmigo desde Colombia. Y una de esas notas comenzaba diciendo: “La escultora colombiana Feliza Bursztyn murió de tristeza”.

Esas tres palabras (“murió de tristeza”) se me quedaron a mí metidas en la cabeza. Ahí había algo misterioso que yo no lograba entender, no entendía por qué García Márquez escribía sobre esta mujer.

Desde luego no entendía por qué se podía hacer ese diagnóstico, que alguien muera de tristeza; no es un diagnóstico de periodista ni de médico tampoco: es un diagnóstico de la imaginación y eso me interesó enormemente. Pero yo no hubiera podido escribir ese libro en ese momento, no hubiera sabido cómo.

Lo dejé, lo abandoné y me di cuenta con un poco de espanto, muchos años después, que el fantasma seguía ahí. Esas tres palabras seguían presentes ahí, molestándome. Hay una prueba arqueológica, digamos, que es una novela mía que se llama Las reputaciones (Alfaguara 2013), en la que el personaje principal es un caricaturista político y en algún momento va a hacer una caricatura de Feliza Bursztyn.

Esa fue mi prueba de que el personaje había bajado del desván de los recuerdos olvidados y ya era una presencia. Ya estaba pidiendo que yo hiciera algo más. Y me tardé otros 10 años en comenzar a escribir la novela.

Portada de Los nombres de Feliza de Juan Gabriel Vásquez: Foto: Alfaguara

Pregunta: Antes de escribir Los nombres de Feliza publicaste Volver la vista atrás y La forma de las ruinas, dos novelas particularmente extensas.

Respuesta: Las dos novelas, que juntas deben sumar un poco más de mil páginas, fueron la escuela necesaria para escribir esta novela nueva. Porque las dos son un intento por usar el lenguaje de la ficción para contar una vida real.

Y yo necesitaba ese aprendizaje antes de esta novela, que en cierto sentido comparte obsesiones con Volver la vista atrás (Alfaguara, 2021): se trata de contar la vida real de una persona real, sin inventar los hechos externos comprobables de su biografía, pero utilizando la imaginación literaria para entrar en ella, en su visión del mundo.

“Colombia es un país en el que el pasado no termina de pasar nunca”

Pregunta: Algo que me llamó la atención de Los nombres de Feliza es la forma en que se había política en el siglo XX. Esa forma de hacer política parece muy lejana a la que hacemos hoy en día.

Respuesta: Primero, en cierto sentido, nuestra manera de ejercer la ciudadanía ha cambiado dramáticamente desde el año 2016, que es cuando surge el fenómeno de Cambridge Analytica y cuando las empresas de comunicación política y de estrategia empiezan a descubrir el inmenso poder de la mentira organizada en redes sociales.

Ahí algo fundamental cambió en nuestra manera de comunicarnos como ciudadanos y de ejercer la ciudadanía como lugar político. En el Brexit, en la elección de Donald Trump, en el plebiscito colombiano sobre los acuerdos de Paz, en el caso catalán, ahí se rompió de alguna manera nuestra relación con la verdad objetiva (o nuestra comprensión de lo que es la verdad objetiva) y empezamos todos a hacer un uso más o menos consciente de la desinformación, de la distorsión, de la calumnia, incluso.

Y todavía en este momento estamos viviendo la exacerbación de eso que comenzó allí. Nada de esto existía en los años sesenta. De alguna manera, y esto es muy duro de decir para nosotros que somos ciudadanos de países que sufren un legado de violencia política que viene desde esos años también, en esos años era casi que más inocente la política, a pesar de la inmensa carga de violencia que llevaba.

Yo creo que tenían todos la sensación de compartir la misma realidad. Era una realidad que interpretaban distinto, según si eran de izquierda, de derecha, o ateos o religiosos. Pero no se había atomizado, como es nuestro caso, la realidad objetiva. Vivíamos todos todavía en el mismo lugar. Eso ya no pasa y eso nos ha cambiado dramáticamente.

Por otra parte, escribir novelas sobre Colombia para mí es la comprobación diaria de que el mío es un país en el que el pasado no termina de pasar nunca. Como dice un personaje de La forma de las ruinas, Colombia es un ratón corriendo en un carrusel.

Juan Gabriel Vásquez, autor de Los nombres de Feliza
Juan Gabriel Vásquez, autor de Los nombres de Feliza. Foto: AFP

“En la atomización de la identidad política, el peor enemigo de una persona de izquierda ya no es un fascista, sino una persona de centro izquierda”

Pregunta: W. H. Auden llegó a escribir que “la poesía primitiva decía cosas simples de forma compleja, mientras que la poesía moderna dice cosas complejas de forma simple”. Mientras leía tu novela, pensaba que esta frase parecía aplicar también a la política actual, cuya explicación es muy complicada, pero parece que se ejerce de formas muy simples, como por un medio de un tuit.

Respuesta: En los años setenta, tratando de definir el posmodernismo, Jean-François Lyotard dijo que, entre otras cosas, la nueva época era el cambio de los grandes relatos a los pequeños relatos. Antes nuestra actividad social estaba regida por los grandes relatos. El marxismo es un gran relato, el cristianismo es un gran relato. Son las grandes narrativas que todo lo cubren y que son una explicación de nuestro mundo.

Mientras que, decía él, la época posmoderna se va a caracterizar por el regreso a lo identitario, a lo local: los pequeños relatos de cada uno son los que van, son los que van a definir el mundo.

En nuestros países, México y Colombia, la política de los años sesenta estaba regida todavía por los grandes enfrentamientos entre el bien y el mal. De un lado estaba la defensa de la civilización y del otro lado estaban las fuerzas del mal, que todo lo quieren destruir. Y eso se aplicaba igual si eras partidario de las dictaduras militares o si eras partidario de la revolución socialista.

Ahora me parece que asistimos a una atomización de la identidad política y nos encerramos todos en pequeños nichos, nichos cada vez más pequeños. Hoy en día el peor enemigo de una persona de izquierda ya no es un fascista, sino una persona de centro izquierda, un izquierdista moderado. Y el peor enemigo de una feminista no es el patriarcado recalcitrante, sino el otro feminismo con el que no está de acuerdo.

Han aparecido unas subdivisiones de nuestras militancias que a mí me parecen extrañísimas y profundamente contraproductivas. Y tal vez por eso yo siento que estamos retrocediendo en libertades civiles, en las causas en las que creemos y nos estamos pegando tiros en el pie constantemente. 

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