México Sub-17: Del Cielo al Olvido, la Generación Que No Supimos Sostener

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México presume dos títulos Sub-17, pero Antonio Briseño y Daniel Hernández revelan una verdad incómoda: el éxito llegó pronto y muchos se perdieron en el camino.

¿Qué pasa con los campeones del mundo Sub-17 tras conquistar el título mundial?

¿Qué pasa con los campeones del mundo Sub-17 tras conquistar el título mundial? Foto: Reuters

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México fue campeón del mundo Sub-17 por primera vez en 2005. Aquella generación, liderada por Patricio Araujo, Carlos Vela, Giovani dos Santos y Héctor Moreno, venció a Brasil en la final y encendió una ilusión nacional: el futuro del futbol mexicano parecía asegurado. Seis años más tarde, en 2011, el país volvió a tocar el cielo. En casa, ante Uruguay y con Antonio “Pollo” Briseño como capitán, la selección mexicana repitió la hazaña. Dos títulos mundiales, una cantera poderosa y una promesa latente. Pero la historia tomó otro rumbo.

Catorce años después de aquella segunda coronación, las cifras son lapidarias: muy pocos jugadores de esas generaciones lograron consolidarse en primera división o tener carreras destacadas. Muchos se quedaron en el camino, víctimas de un sistema que no acompañó su desarrollo y de una mentalidad que confundió la gloria temprana con el éxito verdadero.

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En entrevista exclusiva para N+, Antonio Briseño y Daniel Hernández —campeones del mundo Sub-17 en 2011— reflexionaron sobre lo que vino después de la gloria: el peso del éxito prematuro, la falta de continuidad en los clubes y los errores que truncaron el camino de muchos jóvenes promesas del futbol mexicano.

En primera instancia, Antonio Briseño reconoció con autocrítica y madurez: “En un 70 u 80% es por el mismo jugador que le faltó ciertas cosas para poder estar en primera división. Pensaron que ya lo habían hecho, pensaron que el logro les daba el privilegio de poder estar en primera división… y me incluyo, también me confundí”. Hoy, con 14 años de carrera profesional, el defensa del Toluca reflexiona sobre el golpe de realidad que llega después del festejo.

El “Pollo” profundizó en algo que suele pasar desapercibido:

“El éxito es el defecto que te destruye. Porque piensas que lo hiciste bien. Cuando ganas sientes que eres el todo poderoso y no sientes que te faltan cosas. La victoria, el ganar, el éxito… deforma”.

Su diagnóstico es duro, pero certero. En México, la celebración se convierte en zona de confort, y el joven futbolista pierde el hambre justo cuando más lo necesita.

Selección mexicana Sub-17. Foto: Reuters

Daniel Hernández, también integrante de aquel equipo campeón en 2011 y hoy visor del FC Juárez, comparte una visión similar.

“El salto de Sub-17 a primera división todavía es abismal. Es muy grande”, explica. Más allá del talento, la diferencia está en la estructura:

“Pienso que los clubes, si en ese momento hubieran dado continuidad, hubieran ganado mucho más. Éramos jugadores que pudieron rendir, incluso hablando como negocio”.

Ambos coinciden en que la falta de disciplina y de hábitos profesionales fue otro obstáculo clave. Briseño apunta directamente a la mentalidad y la formación cotidiana del jugador mexicano: “Tenemos la idiosincrasia de comer porquerías… Jugadores que están gordos. Llegan a primera y no pueden estar peor que un cabrón de 31 años que tiene 8% de grasa. Eso es inaceptable”.

Selección mexicana sub 17.
Selección mexicana Sub-17. Foto: Reuters

Hernández refuerza esa idea desde su experiencia personal:

“En general el mexicano no es tan disciplinado. A veces todavía trae esta mentalidad de que con la calidad alcanza… pero el talento no alcanza, esa es una conclusión que yo sí tengo”.

El exfutbolista considera que la falta de exigencia física, nutricional y mental impide competir al nivel que demandan las grandes ligas.

Ambos exmundialistas coinciden también en que el entorno institucional tampoco ayuda. “Tiene que regresar el ascenso, sí o sí, porque no hay mérito deportivo”, dice Hernández.

“Deberíamos hacer un lado un poco el negocio y ver qué hacen otros países para tener siempre éxito”.

Para él, la desaparición del ascenso y los límites al juego de los jóvenes han debilitado la base del futbol nacional.

Selección mexicana Sub-17. Foto: Reuters

Briseño, por su parte, insiste en que el desarrollo debe ser integral: “Si tú le das un entorno positivo al jugador y le das oportunidad, él se va a desarrollar. Que bajes a los extranjeros, que lo formes bien desde Sub-13, Sub-14. Ponerlo a competir con mayores cuando tiene 16 o 17 años”. El defensor considera que sin esa exigencia temprana, el futbolista mexicano seguirá enfrentando los mismos muros.

En ese sentido, el propio Briseño comparte una reflexión final que sintetiza el camino del futbolista mexicano:

“No llega el más talentoso, sino el más terco. El que está ahí, el que pica piedra”.

Hernández lo complementa desde su experiencia: “Eres futbolista 24/7 y eso incluye el descanso. Dormir bien, hacer algo extra. Repito, no alcanza solo el talento”.

Los títulos juveniles fueron un logro histórico. Pero hoy, a la distancia, parecen más una advertencia que una medalla. México supo formar campeones, pero no aprendió a sostenerlos. Entre la falta de estructura, la comodidad del éxito temprano y la ausencia de un sistema competitivo, los héroes Sub-17 terminaron siendo un recordatorio de lo que pudo ser… y no fue.