Los Tigres del Norte en Vivo: El Sexto Jefe de Jefes y Todo el Tiempo de Pie

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Roberto Hernández

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Los Tigres del Norte tuvieron dos fechas en las CDMX, pero no llegaron solos

Los Tirgres del Norte durante su presentación en el Palacio de los Deportes frente a una multitud de fans.

Los Tigres del Norte llenaron el Palacio de los Deportes; a su concierto acudió gente de diferentes generaciones, desde muy jóvenes hasta la tercera edad. Foto: N+

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Los Tigres del Norte volvieron a la Ciudad de México (CDMX), sus dos presentaciones causaron ríos de personas para verlos en vivo, a pesar de la lluvia, del tránsito y hasta de recién salir del trabajo. Sus conciertos fueron el pretexto ideal, incluso, para revivir una cita de pareja que llevaba décadas pendiente.

Los 1 y 2 de agosto los jefes de jefes llenaron el Palacio de los Deportes, y los mimos se veían parejas jóvenes que personas de la tercera edad. 

Todo el concierto de pie  

A las 20:54 del viernes las pantallas del escenario mostraron la cuenta regresiva, ya venían Los Jefes de Jefes, pero cinco horas antes ya estaba Andrés en el Palacio de los Deportes. 

Llegué como a las 4 y hoy va a terminar como a las 12-1.

Andrés es parte del equipo de seguridad del evento, calcula con solo ver filas y filas de gente caminar, que entraron unas 20 mil personas al Palacio de los Deportes

Su función ese día fue cuidar el equipo de grabación. “Es cierto que escuchamos y a veces vemos el espectáculo, pero siempre estamos de pie o de espaldas o vigilando”.
Andrés quedó afuera de la zona del concierto, no vio en vivo a Los Tigres del Norte, solo escuchó, con la mirada puesta en cámaras, mochilas y atriles. 

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¿El sexto jefe de jefes?

A las 20:54 salieron los jefes de jefes, la multitud gritó, todo era algarabía, todo eran Los Tigres del Norte.

No importaba si no se podía bailar, con cantar, corear y gritar parecía suficiente, aunque era perceptible una pregunta entre el mar de ruido: “¿por qué no lo hicieron en el Foro (Sol ahora Estadio GNP)? En el Palacio (de los Deportes) no se puede bailar”, y así era como la gente reclamaba un espacio para disfrutar, moverse, recordar a Los Tigres del Norte en vivo en bailes donde los campos de futbol se convierten en auditorios.

Pero esta vez Los Tigres del Norte no venían solos, no eran cinco, no eran solo los hermanos. 

No hubo bandas teloneras, nadie tocó antes de los jefes de jefes, nadie, excepto decenas de videos de ellos mismos, interpretando sus éxitos, aparecieron en las pantallas previo al concierto, entonces ¿por qué había dos baterías en el escenario?

Los jefes de jefes aparecieron en el escenario, pero la otra batería también tenía un integrante, aunque con la luz apagada, como a la espera, como escondido. 
La primera ovación llegó a las 21:04, cuando tocaron Mi Buena suerte, y la gente gritó, se volvió a enamorar, volvió a recordar, volvió a querer bailar. 

Siguieron los éxitos y sonaba directo al corazón, que rica está la manzana, y entonces sonaba la segunda batería. Oscar Lara se volvía espectador desde el escenario y Giovanni Hernández tomaba el espacio en las canciones menos emblemáticas de Los Tigres del Norte. 

Óscar sí tocó Golpes en el corazón, La Banda del Carro Rojo, Camelia la Texana, pero prefería mirar en De un rancho a otro y Ayúdame a querer. 

Quizá la canción más emblemática en la que Gio participó fue América, cuando Los Tigres invitan a abrazar todas las naciones latinas, y dejar de ser migrantes en el mismo continente.  

Gio, a diferencia de quien entraba en las congas, estuvo como Andrés, listo durante todo el concierto, esperando a que empezara y termine, dispuesto a dar lo mejor de sí, dispuesto a que todo salga bien, y en una de esas ser la nueva raya del tigre.

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