María Esther Pozo, la locura de llevar a Juan Gabriel al Palacio de Bellas Artes

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En 1990, una joven funcionaria del INBA tuvo una idea que parecía una locura: llevar a Juan Gabriel al Palacio de Bellas Artes. Esta es la historia de cómo lo logró

Una adulta mayor tiene una imagen de una imagen de Juan Gabriel.

María Esther Pozo fue quien tuvo la idea de llevar hace 35 años a Juan Gabriel a Bellas Artes. Foto: N+

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Hace 35 años María Esther Pozo, que por entonces era Directora de Difusión y Relaciones Públicas del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), se propuso la titánica tarea de ir contra todo con tal de llevar al Palacio de Bellas Artes a Juan Gabriel, uno de los máximos ídolos de la canción popular mexicana.

 "Yo nunca había visto a Juan Gabriel," confiesa María Esther Pozo, "pero en un palenque de Texcoco, vi la locura que provocaba en la gente.  Aquello fue un pandemonium: las señoras, los señores, hombres, mujeres, perros, niños, todos se volvían locos, absolutamente locos con Juan Gabriel."  Esta experiencia la convenció de que el cantante merecía un espacio en el prestigioso recinto.

María Esther recuerda con emoción cómo fue llevar al Palacio de Bellas Artes a Juan Gabriel. Foto: N+

María Esther fue a ese palenque justamente para celebrar los cumpleaños de su plantilla de trabajo en el INBA, por lo que al terminar el evento (y ya entre tacos y cerveza) planteó la idea de llevar al “El Divo de Juárez” al Palacio de Bellas Artes, que fue respaldada por todo su equipo.

Juan Gabriel VS la alta cultura

La propuesta, sin embargo, encontró una férrea oposición de parte del director del INBA, el poeta Víctor Sandoval de León.  "No, no, no, por ningún motivo," recuerda Pozo que le respondió Sandoval,  “imagínate, nos corren, me decían, nos corren a ti y a mí y a todos”. 

María Esther llevó al Palacio de Bellas Artes a Juan Gabriel.
Fotografías del "Divo de Juárez en Bellas Artes". Foto: N+

María Esther describe a su exjefe como una gran persona que naturalmente estaba preocupado porque la sociedad de aquél entonces (y mucho más, los círculos de la élite cultural mexicana), consideraban al Palacio de Bellas Artes como la "catedral de la alta cultura", y la idea de un concierto de un cantante de música popular como JuanGa parecía una profanación.  

Sumado a esto, había otro aspecto: la homofobia normalizada en aquella sociedad mexicana de finales del siglo XX.

“La inclusión no era como ahora, 35 años después. Ya no vemos nada de la cultura gay o de la cultura gay como un pecado mortal. En ese entonces sí aún había una gran homofobia”, recuerda, “sumándole a este elitismo, más el clasismo,  por ser un cantante de extracción popular, eran muchos elementos en contra”.

Aunque la escena intelectual de la época parecía estar completamente en su contra, aún con ese panorama, María Esther recuerda que encontró aliados en el camino fuera incluso de su equipo de trabajo. Algunos de ellos fueron el pintor oaxaqueño Rufino Tamayo, el periodista entonces director del periódico La Jornada, Carlos Payán, y el escritor Carlos Monsiváis, quien incluso escribió el programa de mano de los conciertos.  

María Esther recordó a Juan Gabriel como alguien con mucha energía, que podía seguir un concierto por varias horas sin interrupciones. Foto: N+

La exfuncionaria recuerda a Juan Gabriel, que por entonces tenía 40 años recién cumplidos, como un hombre con una energía impresionante y como un artista que en ese momento llegó a su punto cúspide. Su capacidad física le permitía hacer conciertos de tres horas ininterrumpidas en las que cruzaba los escenarios, bailaba, cantaba, jugaba y establecía una conexión especial con el público. 

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“No es porque yo lo haya organizado, pero de verdad como esto ya no hubo nada igual”, enfatiza.

María Esther recuerda que durante meses insistió con su idea a su jefe, hasta que este le dijo que se necesitaba la aprobación de la Presidencia de la República, lo cual logró gracias a Paz Arcaraz, entonces representante de Juan Gabriel. "Si lo que se necesita es el visto bueno de Los Pinos, pues te tengo una noticia. A la señora Salinas (Cecilia Occelli) le gusta muchísimo Juan Gabriel. Es una gran fan," le dijo Arcaraz. 

La organización de los conciertos, que tuvieron lugar del 9 al 12 de mayo de 1990, presentó desafíos. Hubo un conato de huelga por la escasez de boletos para los trabajadores del INBA, además que el único ensayo general coincidió con el funeral de Fernando Gamboa, un respetado museógrafo.

Durante el funeral se escuchaba la música del cantante y la orquesta practicando del otro lado del Palacio, lo que causó enfado y tensión en el entonces presidente de Conaculta, Víctor Flores Olea. El funcionario exigió que cancelaran el ensayo, ante lo que María Esther creyó que derivaría en la cancelación absoluta del evento.

  "Estábamos en esa, yo a punto de las lágrimas y se acerca una señora mayor menudita y le dice a don Víctor Flores, 'Ay, Víctor, qué gloria es esto, qué gloria, qué suerte.  “Querida” era su canción favorita'," relata Pozo, describiendo cómo la situación se resolvió inesperadamente.

María Esther llevó al Palacio de Bellas Artes al Divo de Juárez.
Los cuatro concierto de JuanGa fueron un éxito. Foto: N+
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De la locura al éxito

Los cuatro conciertos resultaron un éxito arrollador. "Los boletos se vendieron en ocho horas. No había tarjetas de crédito y la gente llegaba a las taquillas con maletines de dinero para comprar más boletos”, recuerda María Esther.

Y este éxito se repitió en conciertos posteriores que se realizaron en el mismo formato pero cambiando de sede: con 60 mil personas en el Toreo de Cuatro Caminos, en la Plaza México y también en Mazatlán y Culiacán.

Para Pozo, el momento culmen de las presentaciones de Juan Gabriel en Bellas Artes fue con la interpretación de "Hasta que te conocí", donde la entrada inesperada de la orquesta y el coro creó lo que ella definió como un "apoteosis sonoro".  

Juan Gabriel, después de Bellas Artes

María Esther recuerda que, mientras aún estaba en las gestiones para conseguir el recinto de Bellas Artes, ella acudió a otro palenque como invitada del equipo del artista. Ahí, sentada en primera fila, recuerda que el cantante le agradeció su labor e incluso le dedicó un tema.

“Y lo vi al terminar, en el camerino del palenque y me dijo, ‘Gracias, gracias, gracias’, tres gracias. Me dio un abrazo que casi me rompe la columna vertebral. Me cargó y me dijo, ‘Es lo máximo de mi carrera’. Y creo que sí. Creo que fue la cúspide de su carrera”, rememora Pozo.

Las presentaciones de Alberto Aguilera, nombre real de Juan Gabriel, quedaron para la historia no solo por su espectacularidad, sino también porque tendieron un puente y sortearon una frontera que dividía a la escena cultural mexicana, enriqueciendo así también a la sociedad.

“Me parece que, como lo dije, el elitismo en las manifestaciones de alta cultura seguiría existiendo y está bien, porque debe haber para todos. Lo que es muy importante es que la gente pueda gozar de cosas que enriquezcan el espíritu, que de eso se trata la cultura”, puntualiza María Esther.

 

 

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