Regalan Más de 25 Mil Tortas Ahogadas en el Centro de Guadalajara

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Se conmemoró el Día Municipal de la Torta Ahogada en el centro de la ciudad, regalaron más de 25 mil tortas

Tapatíos se forman para comer tortas ahogadas

Tapatíos se forman para comer tortas ahogadas. Foto: Gobierno de Jalisco

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Las tortas ahogadas son el platillo más representativo de Jalisco. Este domingo, miles de tapatíos y tapatías se dieron cita para degustar uno de los platillos más emblemáticos de la ciudad.

Se repartieron más de 25 mil tortas para conmemorar este evento en su tercera edición. Más de 30 torteros participaron y le dieron vida y sabor a la Perla Tapatía.

Una torta ahogada consiste en un birote relleno de carne de cerdo a elección—entre carnitas, buche, lengua, cachete y panza—y se destaca por el toque especial que le dan las salsas. Hay salsas sin picante, elaboradas a base de jitomate, y salsas con picante, hechas con chile de Yahualica. Según los cocineros, el nombre de la torta proviene de la salsa.

Un complemento fundamental para disfrutar de una deliciosa torta ahogada es el limón y la cebolla.

Chicos y grandes se formaron para deleitar el paladar. Y, por supuesto, no podían faltar los tacos dorados y los refrescos, ¡y lo mejor de todo es que fue totalmente gratuito!

Regalan tortas ahogadas. Foto: Gobierno de Jalisco 

Día Municipal de la Torta Ahogada

En junio de 2022, el pleno del Ayuntamiento tapatío aprobó por unanimidad que el 10 de septiembre de cada año sea el Día Municipal de la Torta Ahogada.

El origen de la torta ahogada se remonta a la década de 1950, cuando un señor conocido como El Güero se instalaba fuera de la Alameda para vender en un cajón amarrado a su bicicleta unas tortas con carne de cerdo, bañadas con una salsa de jitomate y orégano, y otras más con cebolla y chile. Así nació este peculiar platillo.

En Guadalajara, Don José, mejor conocido como "el de la bicicleta", es uno de los torteros con más trayectoria. Desde hace 60 años comenzó ayudando a otro tortero y, después de no obtener un aumento de sueldo, se independizó. Ganaba 115 pesos a la semana y, montado en su bicicleta, recorría las calles del primer cuadro de Guadalajara para vender las tortas.

Correteado por el agua, asoleado hasta morir, y bueno, así anduve para allá y para acá, y aquí estoy todavía. Ya le digo; bendito sea Dios, antes yo iba a buscar a los clientes, ahora vienen y me buscan

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