La falta de oportunidades y una vida que puede acceder a lujos, además de un ingreso económico alto, son los principales motivadores para que los jóvenes se enganchen en las redes del crimen organizado. Los factores sociales y la falta de oportunidades se vuelven los puntos vulnerables a la hora que un reclutador busca engrosar las filas de alguna organización delictiva.

Los investigadores Piotr A Chomczyński, de la Universidad de Lodz (Polonia); Roger Guy, de la Universidad Estatal de Nueva York en Oswego, y Elena Azaola, del Centro de Estudios e Investigaciones Superiores en Antropología Social, en México, detallan posibles factores etnográficos que envuelven el reclutamiento de jóvenes en las filas del crimen organizado.

En Zapopan, un Call Center Estaba Ligado al Crimen Organizado

En su estudio titulado Más allá del dinero, el poder y la masculinidad: Hacia una perspectiva analítica del reclutamiento en las organizaciones narcotráfico mexicanas, los investigadores entrevistaron exclusivamente a varones que procedían de comunidades rurales y urbanas empobrecidas con una presencia continua de delincuencia organizada.

Las edades de los entrevistados oscilaban entre 15 y 67 años y desempeñaban distintas funciones: 4 jefes de plaza, 2 subjefes, 22 halcones, 14 traficantes o contrabandistas, 12 sicarios o secuestradores, 2 especialistas en logística y suministros, 3 que realizaban trabajos varios (compra de coches, reparto de comida), 2 antiguos policías, 3 personas que se dedicaban al tráfico de drogas, 10 narcotraficantes independientes y 8 personas asociadas a algún grupo criminal.

¿Cómo se 'enganchan' los jóvenes?

Tras una serie de entrevistas, los investigadores detectaron que las personas tenían dificultad para recordar cuándo fueron reclutados por una organización del crimen organizado, en parte porque estuvieron expuestos a la actividad delictiva a una temprana edad, ya sea observando o colaborando con otras personas, por ejemplo, ayudando a uno de sus padres a empaquetar o vender drogas.

Como proceso general, el reclutamiento no se produjo en el sentido tradicional de la palabra, más bien se asemejaba a una asimilación más gradual de las actividades del cártel a través de un intermediario, quien comenzó con la presencia de la delincuencia organizada en el vecindario a largo plazo.

En el reporte, los investigadores señalan que la exposición a la actividad delictiva se producía a una edad temprana, a veces a través de grupos íntimos, como familias, y más tarde directamente a través de organizaciones delictivas.

“Nuestros participantes estaban saturados de un entorno social de narcotráfico, crimen organizado y corrupción a menudo desde niños. Debido a que las organizaciones del crimen organizado eran concebidas como un símbolo de poder que a menudo eclipsaba a las instituciones sociales legítimas con funciones de control social (por ejemplo, las escuelas públicas y las fuerzas del orden).

Las características en las que se fijan los reclutadores

El estudio tuvo contacto con reclutadores, quienes señalaron las características en las que se fijan para enganchar a jóvenes en las filas del crimen organizado.

La conclusión detalla que los entrevistados, en general, se habían encontrado con miembros de las organizaciones del crimen organizado, quienes facilitaron su entrada en una grupo delictivo.

Cuando se les preguntó una especie de puente hacia la organizaciones criminales, más que un reclutador en el sentido estricto de la palabra concebimos el papel como el de un intermediario.

En la mayoría de los casos se hallaron entornos informales entre delincuentes principiantes que veían en las organizaciones criminales un vehículo o una extensión de las actividades ilícitas en las que ellos participaban.

Por otra parte, detallan que, con frecuencia, los novatos eran delincuentes callejeros y pandilleros no afiliados a alguna organización criminal, y llamaron la atención de un miembro de un cártel que buscaba nuevos contactos.

Rodrigo, miembro del Cártel de Sinaloa, subcontrataba actividades delictivas y reclutaba miembros de las bandas del barrio. Ellos [los reclutadores] 'vigilan a los chicos que están robando y (se dedican) a ver cuáles son buenos en eso'.

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Tras el análisis de las entrevistas detectaron que los reclutadores observan cómo hablan, miran y actúan los posibles nuevos integrantes.

Si tienen algo que necesita el grupo criminal se les hace una oferta, cuya única condición es probar lo que pueden ofrecer al cártel y cómo puede ser utilizado en sus actividades delictivas.

Javier, quien cumplía condena por homicidio y robo con un largo historial delictivo, habló de su perspectiva como antiguo miembro de una organización de narcotraficantes.

Cuando eres miembro (de un cártel) sabes qué tipo de personas serían útiles para el jefe. Si ves a alguien que puede ser valioso, intentas atraparlo.

Entre las conclusiones del estudio, se señala que la empatía que logra el reclutador con las personas que busca enganchar es uno de los principales factores que explota para que se piense que el trabajo en el cártel es una opción legítima de empleo.

Los reclutadores utilizan una reciprocidad de perspectivas de forma instrumental para crear una comunicación y unos mensajes atractivos que atraigan a los miembros a la delincuencia organizada a través de mensajes adecuados al deseo de pertenencia al grupo de un recluta.

Además, señala que debido a sus antecedentes sociales y experiencias biográficas similares, los reclutadores apelan directamente a las aspiraciones materiales y lascivas de las personas, equiparando las experiencias placenteras, por ejemplo, el prestigio social, el éxito material y la masculinidad, con un grupo de la delincuencia organizada.

De este modo, los reclutadores ofrecen la vida en un cártel y ser un narco como solución a sus problemas cotidianos, sincronizando sus aspiraciones con una oportunidad tangible de realizarlas.

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