Hugo Aguilar Pensó en Migrar a Estados Unidos; Ahora es Presidente de la Suprema Corte
Fernanda Caso
Terminando el bachillerato, Hugo Aguilar pensó en migrar a Estados Unidos. Su madre no se lo permitió… ahora es presidente de la Suprema Corte

Hugo Aguilar Ortiz en entrevista con N+. Foto: N+
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Cuando Hugo Aguilar Ortiz habla de su juventud en la mixteca oaxaqueña, su mirada se pierde en el recuerdo…“ahora me doy cuenta que fue una vida con carencias y alimentación limitada”, relata a modo de confesión. En aquella época él pensaba que toda la gente vivía así. “Es un ambiente en pobreza, pero con mucho amor también, eso tengo que decirlo”.
En su pueblo, San Agustín Tlacotepec -un municipio indígena de poco más de mil habitantes-, no había muchas opciones para los jóvenes que terminaban el bachillerato: o eran maestros, o emprendían un negocio en la región. Para hacer algo más tenían que irse lejos: a la capital a estudiar o a Estados Unidos a trabajar.
Yo regresé decepcionado de aquél primer viaje (a la ciudad de Oaxaca) porque no encontré escuela. Me acompañó mi papá y yo le venía diciendo: 'pues me iré a Estados Unidos unos años, regresaré y estudiaré lo que había pensado inicialmente'. Llegamos a la casa y mi mamá me dice: 'no, tienes que estudiar', así que le dijo a mi papá: 'se me van a Oaxaca y ahí, hasta que encuentren escuela'.
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Hugo Aguilar quería estudiar matemáticas
Hugo Aguilar, finalmente, consiguió presentar el examen de admisión en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, la universidad pública más importante del estado. Quería estudiar matemáticas, pero esa carrera no existía en la entidad, así que se metió a su segunda opción: Derecho. Hoy, más de 30 años después, se prepara para convertirse en el primer presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) electo por voto popular en la historia moderna de México.
Su oficina temporal en la Ciudad de México (CDMX), un espacio pequeño de 3 piezas en la colonia Anzures, no refleja el poder que pronto estará en sus manos, o al menos no de la forma que estamos acostumbrados a verlo en los edificios y en las cosas. Las paredes blancas permanecen casi pelonas, salvo por un cuadro de arte oaxaqueño y un dibujo a carboncillo de Benito Juárez. Hay, además, dos banderas de México: una grande que llega casi del piso al techo y una pequeña en su escritorio de cristal, donde tiene además libros, documentos, marcadores, plumas y lápices. Es un lugar de trabajo. Él atiende la entrevista vestido con un pantalón azul oscuro y una guayabera con dos franjas de discretos bordados artesanales…
No quiero llegar el primero de septiembre a empezar a conocer. No hay tiempo que perder. Entonces, he dedicado casi dos meses a conocer a detalle la Corte, conocer los asuntos, cómo funciona, sus debilidades. Ya tenemos un mapeo adecuado, ya sabemos por dónde apretar las tuercas, las cosas importantes que hay que hacer para que se transforme.
Quienes han colaborado con Hugo coinciden en algo: puede trabajar semanas enteras sin descanso, combinando largas jornadas sumergido en expedientes legales con otras haciendo trabajo de campo en comunidades indígenas. Ambas facetas vienen desde su juventud.
Siendo niño Hugo ganó un concurso de matemáticas en la escuela y gracias a eso pudo conocer la ciudad de Oaxaca. Más tarde fue un concurso de física lo que lo llevó a conocer la ciudad costera de Salina Cruz.
En secundaria tuvo que dejar su pueblo para ir a estudiar a la cabecera distrital. Dormía en un cuarto sin energía eléctrica y se veía obligado a estudiar con velas hasta tarde en la noche. Según relata, seguido llegaba a la escuela con el suéter del uniforme escurrido de cera de la noche anterior.
Fue una etapa dura y solamente mis buenas notas me hicieron ganarme la amistad de los jóvenes de aquella época. Era bueno en la escuela, entonces pedían la tarea, pedían las notas, era ordenado. Eso hizo que tuviera una buena interacción con la gente de allá, de la ciudad de Tlaxiaco.
Su vena social surgió poco tiempo después, durante la preparatoria. Hizo el servicio social con un abogado de la Defensoría Indígena con quien conoció de primera mano las injusticias cometidas contra indígenas que estaban en prisión sin siquiera saber por qué.
En ese mismo periodo me tocó acompañar a un escritor que fue a hacer fotografías de zonas indígenas. Recorrí varias comunidades, conocí la realidad de mi región, que no había tenido oportunidad de recorrerla. Conocí la pobreza, pero también la riqueza cultural y espiritual. Cuando uno llega a una comunidad, nos ofrecen agua, nos ofrecen comida, lo que tengan.
Para cuando Hugo Aguilar entró a la universidad, ya estaba completamente sumergido en la causa de los derechos indígenas. Organizaba foros, talleres y conferencias en la Universidad. En ese contexto lo conoció Joel Aquino Maldonado, un maestro y líder zapoteco que describe así aquellos años:
“Éramos un grupo que operaba en la Sierra Juárez. Constantemente nos encontrábamos en los talleres, en los seminarios, en la lucha por la libertad de un compañero o en dar a conocer o denunciar las arbitrariedades o injusticias que se cometen contra las comunidades”.
La mancuerna con Adelfo Regino
Hugo entró a trabajar a la organización civil Servicios del Pueblo Mixe AC, encabezada por el pensador, activista y educador Ayuuk Floriberto Díaz Gómez, quien tuvo una enorme influencia en la formación de jóvenes. Entre ellos estaban Hugo Aguilar y Adelfo Regino, quien se convertiría en uno de los amigos más íntimos de Hugo y con quien haría equipo durante muchos años en el futuro. Cuando le pregunto a Hugo sobre Adelfo, no repara en mostrar su cercanía:
"Mi amigo, mi hermano, mi compañero de sueños y de batallas. Nunca lo he visto como jefe, siempre como equipo, y creo que él así también me veía", relata Hugo al referirse a Adelfo. "A mí me tocaba hacer siempre la parte técnica y a él la relación política. Y creo que nuestra agenda, la nuestra, la propia, la de vida, la hemos hecho avanzar bastante bien".
Adelfo y Hugo hicieron una mancuerna que duraría toda la vida, hasta su último puesto, en el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas en el que López Obrador nombró a Adelfo director y al que Hugo Aguilar llegó a trabajar con él. Como siempre, Adelfo llevaba las relaciones políticas, Hugo arrastraba el lápiz, se reunía con las comunidades y estudiaba los asuntos.
Mientras Hugo aún estaba en la universidad, estalló el movimiento zapatista.
El 1 de enero de 1994, un ejército de hombres indígenas encapuchados y armados, liderados por el Subcomandante Marcos, tomaron las principales ciudades de Chiapas y declararon la guerra al Estado mexicano.
Adelfo y Hugo Aguilar se metieron de lleno a los foros y diálogos de los pueblos originarios y el EZLN. A través de la organización Servicios del Pueblo Mixe, brindaron asesoría durante los diálogos de San Andrés Larraínzar y entablaron una relación cercana con el movimiento. Hugo relata que los líderes definían muchas de las líneas de pensamiento, pero dejaban que los abogados hicieran el trabajo técnico de llevar las demandas al papel.
Hugo, desde entonces, se convirtió en un referente en los pueblos de la zona que lo comenzaron a identificar como un abogado inteligente y capaz que podía ayudarles en los problemas de las comunidades. Joaquín Galván, un activista mixe de la región, cuenta que desde que él era niño escuchaba hablar de Hugo.
Yo soy de la comunidad de San Pedro y San Pablo Ayutla, una zona mixe de Oaxaca. Desde los años 90, cuando yo era muy niño. Supe de Hugo Aguilar porque nuestra comunidad fue asesorada o por él aproximadamente en el año 98 o 99 por una disputa entre priistas y maestros rurales, donde incluso se liberaron órdenes de aprehensión contra los maestros por delitos fabricados.
Joaquín relata que los maestros rurales de la comunidad se acercaron a Hugo buscando ayuda legal para liberar a sus compañeros. Él los apoyó y desde entonces se estrechó la relación con la comunidad. Los asesoraba en temas agrarios, en conflictos contra el Estado y en la defensa del agua. Lo mismo hacía con decenas de comunidades en la región.

El inicio en el servicio público
En 2010 el gobernador de Oaxaca Gabino Cué invitó a Adelfo Regino a ser secretario de asuntos indígenas en el estado y así fue como Hugo llegó por primera vez a un puesto de gobierno. Fue nombrado subsecretario de derechos indígenas.
"Mire, yo podría decirle que mi experiencia en el gobierno de Gabino era de muy alta expectativa y se quedó corto", dice Hugo Aguilar. "Yo tengo la visión que Oaxaca puede hacer un aporte importante a la vida nacional e internacional, un aporte cultural, un aporte civilizatorio e incluso ha venido construyendo una institucionalidad propia, importantísima. Yo con esa expectativa llegué, hicimos una propuesta de reforma constitucional en Oaxaca y no pasó".
El 19 de junio de 2016, en la comunidad de Asunción Nochixtlán, en la entrada de la mixteca, hubo un suceso atroz que cimbró al país entero: policías municipales, estatales y federales reprimieron violentamente a pobladores y maestros que se manifestaban sobre una autopista. Después de 9 horas de enfrentamientos, 8 personas murieron y 103 resultaron heridas. Ese día Hugo decidió dejar el gobierno de Gabino Cué.
Pero aunque renunció al cargo, ya nunca abandonó el trabajo en asuntos públicos.
En 2016 entró a trabajar en el Instituto Electoral Local, donde estuvo a cargo de los procesos electorales de 417 municipios que se rigen por usos y costumbres.
Y dos años más tarde, en 2018, cuando Adelfo Regino fue nombrado por López Obrador titular del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), Hugo Aguilar, una vez más, fue con él a trabajar, ahora como coordinador de Derechos Indígenas dentro del Instituto.
El trabajo del INPI durante esos años estuvo enfocado en regularizar y restituir tierras de poblaciones indígenas, conseguir que el Estado indemnizara a las comunidades por expropiaciones hechas años, o incluso décadas atrás y garantizarles acceso a servicios básicos como el agua.
Durante el sexenio pasado, a través del INPI el Gobierno restituyó al pueblo Yaqui en Sonora 45 mil hectáreas del territorio del que alguna vez los habitantes fueron despojados, además de construir un acueducto que da servicio a más de 30 mil habitantes. Planes similares se echaron a andar en otras 17 regiones del país. Y en todo esto Hugo Aguilar jugó un papel central.
"No faltaba a las reuniones de los guardias tradicionales", narra Julián Molina Ramírez, secretario de la guardia tradicional de Potam, en territorio Yaqui. "Cada semana, cada 15 días que eran las reuniones, él era muy puntual. Y pues sí, se ganó el cariño del pueblo Yaqui".
Según me explica, además de ayudar a las comunidades con asuntos legales, Hugo también hizo un importante trabajo de gestión para conseguir que se construyera una clínica y para fundar la Universidad del Pueblo Yaqui.
Sin embargo, más allá de los importantes logros durante este periodo, el trabajo del INPI en el sexenio pasado estuvo marcado por claroscuros. Uno de los principales señalamientos tiene que ver con el papel que jugó en la construcción de las megaobras del sexenio, como el Tren Maya y el Tren Interoceánico del Istmo de Tehuantepec. Entre las responsabilidades que tenía Hugo Aguilar en el Instituto estaba la de realizar consultas con las comunidades para que aprobaran o no que las obras pasaran por sus territorios. Activistas han señalado que las consultas se hicieron lejos de los estándares internacionales, sin suficiente información y con prisas, y que las construcciones dejaron un impacto negativo para muchas comunidades que perdieron tierras o cuyas riquezas naturales fueron destruidas.
Le pregunto a Hugo sobre el tema:
"Pues es interesante, es un debate jurídico que hay que dar (…) No quiero decir que (el modelo que usamos) es el mejor. Puede tener críticas en términos de diseño metodológico y en términos de cómo aterrizó el estándar internacional. Pero voy a ponerle un ejemplo: El estándar internacional es consultar a los pueblos y que ellos tomen la decisión conforme a sus propias instituciones y métodos de toma de decisión. Voy a poner el caso de mi pueblo: Si yo fuera a hacer una consulta en mi pueblo, yo no tengo que inventar nada, ellos tienen sus reglas para hacer una asamblea, tienen sus reglas de debate y tienen sus reglas de decisión. Si yo llego a hacer la consulta ahí, el diseño casi está hecho. Nomás pongo el estándar y describo cómo hacen ellos la decisión y tengo el método. ¿Pero si voy a consultar 1,414 comunidades de cinco entidades en muchas regiones, cuál es el estándar? (…) Así yo lo veo, los pueblos tienen la capacidad de conocer, de discernir y de decidir. En los siguientes años tenemos que confiar cada vez más y dejarles ese margen de libertad".
Otro de los señalamientos al INPI durante este periodo tiene que ver con un grupo de WhatsApp llamado “Sierra XXX”, en el que se compartían fotos íntimas de mujeres indígenas sin su consentimiento y en el que participaban varios empleados del Instituto, así como funcionarios del Gobierno de Oaxaca. La activista Sandra Domínguez reveló la existencia de este grupo en marzo 2020 y, según acusan organizaciones, la respuesta de las autoridades fue lenta, poco contundente y no fue sino hasta que se ejerció presión mediática y política que se cesó a los funcionarios involucrados.
Ante esta situación, activistas llegaron incluso a pedir la renuncia de Adelfo Regino de la dirección del Instituto. Tras denunciar hostigamiento por estas revelaciones, en 2024 Sandra Domínguez y su esposo fueron reportados como desaparecidos y seis meses más tarde, sus cuerpos fueron encontrados en fosas en Sochiapan, Veracruz, cerca de la frontera con Oaxaca.
Hugo Aguilar no tenía una responsabilidad jurídica directa sobre una denuncia como ésta; sin embargo, formaba parte del equipo cercano de toma de decisiones a la cabeza del organismo.
Yo en el tema no tengo ninguna responsabilidad. Estoy tranquilo porque no estuvo en mis manos y luego lo que hice fue dar mi opinión de que debíamos tener tolerancia cero.(…) Yo platiqué con el director y dijimos tolerancia cero a esas cosas y se tomaron medidas, cese del compañero [acusado] y todo el que estaba involucrado.
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El impacto de Hugo Aguilar en la vida pública
Joaquín Galván, el activista Ayuuk, quien alguna vez admiró mucho a Hugo y lo sigue reconociendo como un abogado brillante, ve en él un cambio drástico a partir de que entró a trabajar al gobierno.
Creo que Hugo debió de permanecer del lado de los pueblos indígenas y no de la mano del Estado. Eso creo que fue lo que para mí representó esa transición: de Hugo el de las luchas y los pueblos indígenas (como yo lo conocí y como muchos lo conocimos), a ya ser un operador relevante del Estado mexicano.
Hugo Aguilar, por su parte, no ve una distinción importante entre el trabajo que hacía de joven y el que hace ahora. Uno de los logros que presume con más orgullo fue haber impulsado y participado en la elaboración de la reforma al artículo 2º Constitucional durante el gobierno del expresidente López Obrador y que plasma algo por lo que Hugo había peleado durante mucho tiempo: el reconocimiento de los pueblos indígenas como sujetos de derecho público, con personalidad jurídica y patrimonio propio.
Lo que me mueve es lo que me ha movido siempre. ¿Cómo lograr avanzar en el reclamo de derechos? Ese ha sido mi motor en todas las instancias en las que he estado (…) todas vinculadas a impulsar reformas, a materializar la norma constitucional, a participar en la toma de decisiones jurisdiccionales en beneficio de los pueblos. ¿Ese ha sido el motor, no? No siento que yo haya estado participando en la política, que sea un político.
Hoy, por una razón o por otra, difícilmente se puede decir que Hugo Aguilar siga sin ser un político. Hizo una campaña nacional para ser ministro de la Suprema Corte y, de 63 candidatos, fue quien más votos obtuvo. Aún en medio de un proceso sumamente cuestionado por la baja participación y la movilización irregular de votantes, Aguilar ha resultado ser una especie de legitimador de la reforma judicial al mostrar que el nuevo modelo permite llegar a los máximos órganos de justicia a quienes en otras ocasiones hubieran tenido las puertas cerradas, como es el caso de los indígenas.
Joel Aquino, líder zapoteco, me responde con entusiasmo cuando le pregunto cómo se siente ante la llegada de Hugo Aguilar a la Suprema Corte: "Yo me siento fortalecido, contento, porque vi precisamente el interés que tenía, que tiene para la defensa de las comunidades. Y el espacio de la Suprema Corte de Justicia es un espacio importantísimo para ir construyendo un nuevo derecho y, sobre todo, para darle a conocer al mundo que puede haber honestidad en los que se encargan de la impartición de justicia, porque ese es el gran problema de este país".
La responsabilidad que tiene Hugo Aguilar en la Corte implica un cambio de vida drástico con respecto a lo que ha venido haciendo desde hace más de 30 años. Pasará de dedicarse casi exclusivamente al derecho de asuntos indígenas, a resolver casos de primer nivel en materia fiscal, penal, laboral y administrativa, conflictos entre poderes y entre entidades y federación. Pero, además, como presidente de la Suprema Corte tendrá en sus manos el poder de darle celeridad o pausar la discusión de los asuntos –lo cual lo coloca en una posición de enorme interés para toda la clase política del país– y podrá decidir de forma unilateral qué amparos directos contra tribunales locales admitir para revisión.
–¿Después de sus dos años como presidente de la Corte y los 11 años como ministro, cómo quisiera que se le recuerde?
–Pues como el que puso la piedra fundamental, los principios básicos que le dan un giro, un cambio a la Corte. Debo decirlo: A lo mejor yo voy a poner la idea y voy a poner la piedra, pero el resultado depende de todos (…) Necesitamos, como mexicanos, hacer eco de un llamado a la concordia, a la unidad, al diálogo. No más agresiones a todos los niveles y diferenciando, desde el trato con el otro, hasta la decisión sobre sus tierras; la decisión sobre sus aguas, la decisión sobre los hijos tiene que ser con una mirada de paz, de concordia. El país lo necesita. Y además de liderar la Suprema Corte de Justicia de la Nación, yo voy a insistir en que construyamos ese México de concordia y de paz, un México donde la justicia la sintamos todos.
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