El Peligro Oculto en Nuestras Botanas Favoritas
Andrea Vega | N+
Las botanas de harina de maíz y sabor a queso, de formas torciditas, se han vuelto muy populares, pero, ¿de qué están hechos y en qué se transforman en el cuerpo?

Además de harina de maíz, ¿qué otros ingredientes contienen estas botanas? Foto: Alexa Herrera | N+
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Están por todas partes: afuera de las escuelas, en las estaciones del metro, en las paradas del microbús, en los puestos callejeros de golosinas. Y no es raro ver a un adolescente comprarlas afuera de la escuela o a un adulto devorándolas mientras regresa a casa en transporte público tras un largo día de trabajo.
Estas botanas de maíz, generalmente de sabor a queso y color naranja brillante, esponjados y que se deshacen en la boca han ganado popularidad en cada rincón de México. Todos los hemos probado.
Pero ¿de qué están hechos estos snacks?
Junto a otras botanas de su tipo, pertenecen a una categoría de alimentos que se conocen como "ultraprocesados", caracterizados por estar hechos con ingredientes industriales y tener un proceso de fabricación que los hace casi imposibles de replicar en casa.
Esto significa que estos productos son el resultado de la manipulación y modificación industrial de sus compuestos para obtener un producto final con características muy específicas, como su sabor, textura y durabilidad, describe Ana Larrañaga, nutrióloga e investigadora de la campaña de salud alimentaria de la organización El Poder del Consumidor.
¿Cómo se fabrican y qué contienen?
Para entender los riesgos que representa su consumo es importante conocer cómo se elaboran. El proceso comienza con la harina o fécula de maíz, su ingrediente base. Pero consumir esta harina no es lo mismo que comer maíz, así lo explica Larrañaga.
Los nutrientes del maíz se pierden cuando está tan procesado como para obtener esta harina y lo único que aporta ya es calorías vacías, porque no vienen acompañadas de algún otro nutrimento necesario para el organismo
Esa harina de maíz se mezcla con agua y otros ingredientes para formar una pasta, después con algo que se llama extrusor, que es una especie de molinillo, se forma un churrito, que va cayendo en aceite hirviendo y con la humedad se infla, indica Carlos Rius, investigador y académico del Departamento de Química Orgánica de la Facultad de Química de la UNAM.
Este proceso de fabricación no solo hace que el producto final sea de baja calidad nutricional, sino que también lo convierte en un alimento de rápida absorción de calorías. A eso se suma que después se les agregan aditivos e ingredientes artificiales, que se han aprobado por instituciones como la FDA, en Estados Unidos, o Cofepris, en México.

Y el problema de esto es que un producto puede tener la cantidad permitida de colorantes, dice Alejandra Contreras del Centro de Investigación en Nutrición y Salud del Instituto Nacional de Salud Pública, pero “qué pasa si te comes una cantidad de colorante en estas botanas, y luego te tomas un refresco, y luego un pastelito, y después otra cosa también con colorantes, y así todos los días”.
De hecho, en el caso de los colorantes, estos churritos esponjosos tan populares suelen contener el amarillo 6, que puede ocasionar reacciones de sensibilidad o alergia en niños o en personas que sean sensibles a este ingrediente. También contienen rojo 40, asociado, en personas sensibles, con síntomas de hiperactividad, advierte Larrañaga.
Glutamato monosódico, potenciador de sabor
También se les agrega glutamato monosódico, un potenciador de sabor. Este aditivo es muy común en productos procesados y se utiliza para hacer que los alimentos tengan un sabor más intenso y satisfactorio.
Pero su uso excesivo tiene efectos negativos sobre el paladar, especialmente en los niños.
“El consumo frecuente de este aditivo puede generar una dependencia de sabores artificialmente intensos, lo que afecta la capacidad de los niños para disfrutar de alimentos naturales y menos procesados”, apunta la investigadora de El Poder del Consumidor.
Alejandra Contreras señala que a la par de arruinar el paladar, el glutamato monosódico también hace que las personas consuman más del producto. “Al tener un sabor más intenso, los niños, pero también los adultos pueden estar comiendo más”.
Mientras que los aceites vegetales utilizados para freír estos productos, aunque no son inherentemente dañinos, representan otro riesgo cuando se usan repetidamente, y es posible que en estas condiciones resulten cancerígenos, asegura Carlos Rius.
En resumen, estas botanas son harina frita, con sal, colorantes, saborizantes artificiales y aditivos.
Impactos a largo plazo en la salud: Obesidad, enfermedades cardiovasculares y más
Los efectos negativos de consumir productos ultraprocesados van más allá de los problemas inmediatos de digestión. El consumo frecuente de estos productos ha sido vinculado a una serie de problemas de salud crónicos. Uno de los efectos más evidentes es el aumento del riesgo de obesidad, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares, advierte Alejandra Contreras.
Larrañaga subraya que el consumo habitual de estos productos, que son ricos en calorías pero pobres en nutrientes, puede llevar a la acumulación de grasa corporal, por eso su consumo “tendría que ser algo muy esporádico, pero en el contexto mexicano pareciera que es al revés, que estos productos forman parte de lo cotidiano, forman parte del día a día”, afirma la especialista.
Por otro lado, su elevado contenido de sodio puede afectar la salud cardiovascular. El consumo excesivo de sal está estrechamente relacionado con el aumento de la presión arterial y con un mayor riesgo de sufrir enfermedades del corazón. Además, la combinación de azúcares añadidos y grasas presentes en estos productos contribuye a la inflamación en el cuerpo, lo que puede desencadenar problemas metabólicos a largo plazo.
Están por todas partes
En mercados como la Central de Abastos de la Ciudad de México o en la Merced se ven las bolsas de varios kilos de estas coloridas botanas y los compradores que las llevan al hombro. Los vendedores aseguran que desde hace algunos años se están vendiendo muy bien, ganando terreno como las reinas del mercado botanero.
Daniel Martínez, empleado de un local en la Central de Abastos, dice que antes, hace algunos años, lo fuerte de su venta eran el cacahuate, las gomas, el chocolate, pero debido a la alta competencia en la Central no daban buen margen de ganancia, por eso el rumbo de la tienda cambio a las frituras y estas botanas coloridas, que tienen buen desplazamiento.
Nos compran a granel o en bolsas de varios kilos para ventas en bolsitas, también nos compran para fiestas, para eventos, la verdad es que se mueven mucho, sobre todo las de queso, doble queso, las de jalapeño, la garra
El comerciante cuenta que para surtirse de estas botanas tienen distribuidores. En el mercado botanero hay desde las grandes y reconocidas marcas, hasta otras más pequeñas y locales peleando por un mercado cada vez más atractivo.
En los vagones del Metro es común ver a personas comiéndolos, a cualquier hora, incluso en la noche, como cena.
Afuera de las escuelas también se venden bien. A finales de marzo de 2025 se cambiaron los líneamientos para impedir la venta de comida dentro de las instituciones de educación en México. Pero a las afueras, en los alrededores, la venta de estas botanas no para.
Liliana Bahena, coordinadora de la campaña Mi Escuela Saludable, de El Poder del Consumidor, explica que como estos lineamientos son responsabilidad de la Secretaría de Educación Pública y de Salud, no se pudo incluir lo respectivo al exterior de las instituciones, porque eso cae en responsabilidades de las autoridades municipales y locales.
Bahena agrega que se tendrá que seguir trabajando en acciones paralelas.
Por ejemplo, esa, la de impulsar a las localidades y municipalidades que alrededor de las escuelas en un perímetro específico no se puedan vender ese tipo de productos
La problemática de los productos a granel y la falta de regulación

Los que vienen en bolsas de marcas reconocidas, le informan al consumidor, aunque a veces de manera muy general, lo que contienen y llevan los sellos de exceso de calorías, grasas y sodio, para advertir de que su consumo puede ser perjudicial.
Pero están los otros, los que se venden en puestos callejeros o en carritos de dulces afuera de las escuelas y que o no tienen toda la información necesaria o de plano se venden en bolsitas de plástico sin marca ni ningún dato sobre sus ingredientes y el posible daño a la salud.
Estas últimas bolsitas son el resultado de la venta a granel. Quienes los venden acuden a los grandes mercados, como la Central de Abastos o La Merced, y los compran ya sea en bolsas de varios kilos o sueltos, y luego los empacan de manera individual y así los venden.
Alejandra Contreras del Instituto Nacional de Salud Pública dice que en estricto sentido no se está infringiendo ninguna norma con esto, porque la Norma Oficial Mexicana (NOM) 051 que establece ciertas características y obliga al etiquetado, no aplica para productos que se venden a granel.
La investigadora admite que puede haber ahí un hueco en la regulación, pero explica que sería difícil regular todo los productos que se venden de esta forma, y que incluyen al frijol, el arroz, el cereal y hasta el jamón, que se vende por pieza y luego se revende en gramos.
Carlos Rius apunta que la falta de control de calidad en estos productos puede ser peligrosa, ya que las marcas desconocidas y la venta sin etiquetado hacen que los consumidores no puedan verificar si los ingredientes son los reportados en la etiqueta.
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