Directo al Mercado Negro: Sedena y Marina Pierden 3 mil Uniformes
Andrés M. Estrada | N+
La pérdida de uniformes es una amenaza a la seguridad nacional y un perjuicio a los mismos elementos de las Fuerzas Armadas, sumado al fenómeno de clonación de prendas tácticas
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“Uniforme militar pixelado selva”, así se ofertan en Facebook un par de prendas del Ejército Mexicano, con el sello de la FAVE (Fábricas de Vestuario y Equipo, de la Sedena). Su precio: 900 pesos. Con ese mismo sello y etiqueta de código QR se oferta un uniforme de la Guardia Nacional en 800. En esa misma red social las botas militares “originales” cuestan 800. También hay chalecos tácticos porta placa con la leyenda “Ejército Mexicano”.
En otra publicación en Mercado Libre aparece una gorra “tocado chanchomon”, en 467 pesos.
Entre estos uniformes “originales” estarían algunos de los 3 mil 88 uniformes y prendas tácticas robados, perdidos y extraviados que registró la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y la Secretaría de Marina (Semar) entre enero del 2017 y noviembre de 2022. Se desconoce cómo ocurrieron los robos y cómo acabaron ofertándose en distintas plataformas.
En promedio, se extravió al menos una prenda y/o equipo táctico al día durante los últimos 6 años. En cuanto a los periodos anteriores de 2006 a 2016 la Sedena señaló que los registros fueron destruidos, mientras la SEMAR no informó a detalle.
Los uniformes extraviados representan una amenaza a la seguridad nacional, señalan expertos; además es un perjuicio a los mismos elementos de las Fuerzas Armadas: quien pierde alguna pieza del uniforme es castigado con un arresto y una sanción económica.
Infiltración del crimen en el robo de uniformes
En manos equivocadas, los uniformes militares robados son un riesgo para la población del país, lo mismo que para los agentes de seguridad federal, estatal y local, pues se usan en retenes falsos, enfrentamientos, robos y otro tipo de actividades ilegales.
“Al menos nos ha pasado dos o tres veces, dentro de nuestra institución hemos detectado elementos que sacan de nuestros pañoles (compartimentos) sobre todo uniformes y los venden a la delincuencia organizada”, reconoció José Rafael Ojeda Duran, titular de la Marina durante la conferencia mañanera del 10 de junio de 2022.
Lo dicho por Ojeda es apenas una muestra del poder de infiltración del crimen organizado dentro de las Fuerzas Armadas.
Los datos muestran que la Sedena perdió, extravió o no localizó 736 uniformes de campaña, mientras que la Marina reportó como perdidas al menos 2 mil 352 prendas tácticas, entre las que se encuentran pantalones, camisetas, cinturones, guantes, botas, gorras, chamarras impermeables y multipropósito, sombreros de jungla, chalecos, escudos de la unidad, entre otros.
Que se hayan robado tantos uniformes tiene que ver con la ramificación de las actividades del crimen organizado, señala María del Carmen Sánchez Mora, investigadora en temas de seguridad.
“Los utilizan para camuflarse, como si fueran ellos (militares o marinos) y así operar en nombre de esas instituciones. Por ejemplo, en los retenes que se hacen en las carreteras y no dejar huella”, agrega la también especialista en defensa nacional, armamentismo y militarismo.
Edgar Ortiz Arellano, experto en seguridad nacional y terrorismo, coincide: el robo de uniformes de las Fuerzas Armadas, por parte del crimen organizado, lamentablemente no es un fenómeno nuevo. La delincuencia los usa para engañar y emboscar a las fuerzas de seguridad y a la sociedad en general.
“Utiliza esta estrategia, así como la clonación e imitación de equipo táctico y vehículos, con el fin de tener una ventaja operativa en sus actividades criminales; lo cual pone en peligro las capacidades del Estado Mexicano para garantizar la seguridad nacional”, lamenta el también académico de la UNAM.
La investigadora en temas de seguridad nacional y fuerzas armadas Paloma Mendoza Córtes, destaca que esta problemática se traduce en un fenómeno más de la corrupción interna, que opera con la complicidad de distintos efectivos de ambas dependencias.
“No es algo que se le pueda culpar a un solo militar o a un grupo de militares, sino que es una práctica sistémica que se da dentro, en el robo y venta extraoficial”, dice.
Además, el uso ilegal de uniformes por parte del crimen puede causar un desprestigio a la institución, como generar una polémica, de que interrumpieron e hicieron acciones inadecuadas, añade Juan Manuel Aguilar Antonio integrante del Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia (Casede).
“Puede haber ejecuciones en contra de elementos de las Fuerzas Armadas… en operativos no se puede diferenciar si son aliados o enemigos”, subraya el también investigador del Centro de Investigaciones sobre América Latina (Cisan) de la UNAM.
Ratas cuarteleras
“Te decían ‘sales en chinga’. (Entonces) agarras tus botas, tu chamarra… Volvías y nada. Todo te lo tumbaron. Eso es de los depositarios o de la banda de guerra. Ratas cuarteleras”, cuenta Fermin, un militar retirado, sobre la ocasión en que le robaron su uniforme del casillero. Tuvo que gastar para reponerlo y además irse arrestado.
Las prendas robadas no solo se venden al crimen organizado, también se revenden dentro de las unidades a los militares, incluso a quienes se les hurtó.
El Subteniente de Transmisiones retirado Rafael Bustos Montes y presidente de la Federación de Militares Retirados Gral. Francisco J. Mujica, cuenta que desde tiempos entrañables se han dado estas situaciones:
Entre los mismos elementos se robaban y se los vendían dentro de la institución a quién se los hubieran robado o a alguien más
“El robo entre militares es algo que se puede dar. El superior le roba al inferior alguna parte del equipo y después se lo quiere vender”, cuenta Paloma Mendoza. Esta operación se da porque saben que los soldados necesitan tener un uniforme completo, sino, son arrestados. “¿Entonces, qué prefieres, estar arrestado o pagar por algo que era tuyo?”, destaca la especialista.
El Artículo 246 del Código de Justicia Militar señala que a los individuos de tropa que enajenen o empeñen las prendas de vestuario o equipo de uso personal, se les impondrá la pena de tres meses de prisión en el cuartel, sin perjuicio del servicio.
En tanto, la Semar expone que no se podrán enajenar las prendas del vestuario o equipo que tengan a su cargo. En caso de extravío de cualquiera de ellos, serán sancionados disciplinariamente y tendrán la obligación de reponerlo o cubrir su costo mediante descuentos que no excederán de la cuarta parte de su haber (sueldo), según su artículo 96 del Reglamento General de Deberes Navales.
Sin embargo, estos castigos parecen ser insuficientes para inhibir el robo dentro de las dependencias.
La Semar señaló que 503 elementos fueron sancionados por el robo, pérdida y extravío de uniformes mediante un arresto, 10 con sanciones económicas, en las que se incluye una en Manzanillo, Colima, por la cantidad de 408.05 pesos.
La Sedena se declaró incompetente para poseer la información sobre sanciones, de acuerdo con varias solicitudes de información obtenidas por la Plataforma Nacional de Transparencia (PNT).
“El gobierno tiene primeramente que capturar y castigar a los elementos que están al interior de la Marina como del Ejército, que colaboran con los criminales para sustraer los uniformes”, apunta Ortiz Arellano.
Sánchez Mora concuerda y advierte que debe investigarse a fondo con el uso de inteligencia de las dependencias. Por su parte Mendoza Córtes lamenta que a pesar de que “está muy bien tipificado el delito dentro de los reglamentos, códigos y leyes es un fenómeno que sigue pasando”.
El día que llegó la fecha de retiro de Jota Escobedo a mediados de 2013, acudió a entregar su equipo y uniforme con el encargado de depósito para que le firmara de recibido. Enseguida le preguntó qué más le faltaba y le respondió que nada.
Luego el depositario reviró y le dijo que el uniforme que le dieron ese año se lo quedara. “Como se va de retiro usted se lo queda y lo puede usar, pero si se le pierde o le da mal asunto, es sobre su responsabilidad”, sentenció.
Venta de clones a los ojos del Ejército
A unos pasos de la Puerta 8 del Campo Militar No. 1-A, de la Ciudad de México hay tiendas donde se venden uniformes militares, prendas tácticas y parches con distintas insignias. Una chamarra pixelada vale 2 mil 300 pesos, ahí mismo también hay chalecos verde tácticos que van desde 3 mil 200 a 6 mil 500 pesos.
Justo a lado del Palacio Nacional, en la calle de Moneda, también hay venta de uniformes militares.
“Si tú vas a los alrededores del campo militar 1, y en general en las instalaciones militares, hay mucha venta y muchos negocios formales e informales. Puede ser desde un puesto semifijo, hasta un local que puede ser administrado por un militar en situación de retiro o por familiares de los mismos militares. Cuando vemos que son negocios más formales se puede pedir o no la credencial de identidad militar, pero no siempre es así.
“Y si tú vas a un puesto semifijo en los alrededores del metro Toreo (Cuatro Caminos), puedes conseguir un uniforme completo sin problemas. Eso lo puede hacer cualquier persona, que es lo mismo que pasa alrededor de las instalaciones navales o de las instalaciones policiales”, señala Paloma Mendoza Córtes.
A pesar de esto, dice, que nunca ha visto que se hagan operativos o que la Sedena haga pública su condena de la compra-venta de estos equipos y de uniformes militares que no sea a través de las tiendas oficiales de Sedena.
“¿Cómo los consiguen los delincuentes? ¿El crimen organizado? Uniformes, si no idénticos, muy similares. Tan fácil como esto”, expone la también miembro del Centro de Estudios de Seguridad, Inteligencia y Gobernanza (CESIG) del ITAM.
Una muestra de esto es el hallazgo de cientos de uniformes, insignias y más productos clonados del Ejército, la Guardía Nacional y otras instituciones de seguridad en un inmueble a menos de 5 kilómetros del 2/o. Regimiento Blindado de Reconocimiento de la Sedena, en Puebla. Esto ocurrió el pasado 12 de abril de 2023, donde la Fiscalía General de la República (FGR) también aseguró maquinaria y materiales textiles.
Ese mismo día en redes sociales se difundió un video del enfrentamiento de grupos delictivos en la comunidad de Antunez, Paracuaro, Michoacán. Lo peculiar del enfrentamiento es la imagen de un sujeto con un chaleco antibalas verde con los emblemas del Ejército Mexicano.
Códigos en uniformes que ni la población conoce
Apenas en marzo de este año en Nuevo Laredo, Tamaulipas, el Ejército estrenó un nuevo uniforme mejorado para evitar la clonación, con códigos QR: TE-3.
“Los uniformes originales cuentan con códigos de barras, pero al final del día a simple vista, tú como ciudadano no vas a estar verificando si es de las fuerzas de seguridad o no el código de barras de su uniforme. Como ciudadano uno confía en sus instituciones”, señala María del Carmen Sánchez Mora, especialista en defensa nacional, armamentismo y militarismo.
“Un ciudadano común no tiene conocimiento de cómo son los uniformes, cómo son las estructuras que detenta un militar”, destaca Juan Manuel Aguilar Antonio.
Y no sólo es el ciudadano, dice, también ocurre con la policía estatal o municipal, para quienes sería muy difícil reconocer la autenticidad del uniforme.”Entonces considero que sí puede tener un trasfondo un tanto más sofisticado”, aclara.
Arellano Ortiz apunta que los controles que ya existen son con el fin de que no sean reproducidos, pero se debe informar a la ciudadanía métodos sencillos para reconocer la legítima identidad de las Fuerzas Armadas en sus labores cotidianas.
“Si pueden obtener precursores de Fentanilo de China, con toda facilidad pueden obtener de una fábrica de telas China el camuflaje casi idéntico al que tienen en Sedena.
“¿Entonces cómo le hacemos? Sí está muy bien el código QR y si está muy bien la tecnología de camuflaje, pero al final los delincuentes al ser transnacionales, tienen tantos vínculos con tantas empresas que se hace muy difícil poner una barrera o medidas de protección para evitar que se clone los uniformes”, sentencia Paloma Mendoza.
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