¿El Celular Está Atrofiando Nuestra Memoria?

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Andrea Vega | N+

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Todo está en un dispositivo móvil: los contactos, recordatorios de cumpleaños o los nombres de las calles. Ya no tenemos que recordar tanto, pero ¿eso es bueno? Hablamos con expertos para entenderlo.

El celular no está afectando nuestra memoria, esta solo se está adaptando.

Ya no tenemos que recordar tanto, pero ¿eso es bueno? Ilustración: N+

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En una época en la que llevamos la memoria “en la mano” —con teléfonos que almacenan nuestros contactos, recordatorios, contraseñas y hasta los nombres de nuestros seres queridos— es común escuchar que cada vez recordamos menos. La tecnología, dicen algunos, nos está haciendo dependientes y está atrofiando nuestra memoria.

Pero ¿qué tan cierto es esto?

Para responder esta pregunta, consultamos a dos especialistas: Federico Bermúdez-Rattoni, investigador emérito de la UNAM, experto en memoria y aprendizaje, y Guillermo Peñaloza, médico psiquiatra de la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones (CONASAMA). Ambos coinciden en algo fundamental: la memoria no está desapareciendo, sino transformándose.

Una memoria que evoluciona, no que se pierde

Federico Bermúdez-Rattoni considera que el fenómeno que vivimos hoy no es nuevo. Lo compara con lo que ocurrió en la antigua Grecia cuando aparecieron los pergaminos. En aquel entonces, se temía que la escritura debilitara la memoria: la gente dejaría de memorizar. Hoy, los celulares cumplen una función similar a la de aquellos primeros libros: amplían nuestras capacidades cognitivas, más que atrofiarlas.

No hay un estudio concluyente que demuestre que estamos perdiendo memoria por el uso de los celulares e internet”, asegura. Lo que sí ocurre, explica, es que ciertas funciones específicas, como memorizar números telefónicos o direcciones, se han vuelto menos necesarias. Pero eso no significa que nuestra memoria se esté deteriorando. Más bien, estamos redistribuyendo el esfuerzo mental hacia otras actividades.

La atención: clave para la memoria

Guillermo Peñaloza coincide con esta idea. Desde la psiquiatría, afirma que la memoria no se ve afectada por almacenar datos en dispositivos, sino por cómo usamos la tecnología y cuánto afecta a nuestra atención y concentración. Para que exista memoria, primero debe haber atención. Y ahí es donde los dispositivos digitales pueden jugar en contra.

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El problema no es que olvidemos cosas, sino que no las registramos adecuadamente porque estamos distraídos. Por ejemplo, si estamos revisando redes sociales mientras alguien nos da instrucciones importantes, es probable que no recordemos nada después, pero no porque tengamos mala memoria, sino porque nunca prestamos atención desde el inicio.

Peñaloza subraya que la multitarea, el estrés y la ansiedad afectan estos procesos, generando una percepción de crisis de memoria colectiva que no necesariamente tiene una base real.

La memoria se genera manteniendo la atención, y sí esta está disminuida por situaciones que puede suceder a lo largo del día, a la mejor por una cuestión laboral que me tiene estresado, algo que me está generando un problema de pareja, algo que me está generando un problema familiar, esa atención está completamente dividida y la memoria se va a ver afectada”.

De hecho, problemas de salud mental como la depresión y la ansiedad pueden afectar directamente los procesos de atención y concentración, generando fallas en la memoria.

¿Y qué pasa con el GPS?

Uno de los puntos donde sí podría haber un impacto real es en la memoria espacial. Al depender de aplicaciones como Google Maps para orientarnos, dejamos de usar los mapas mentales que activan el hipocampo, una zona del cerebro clave para este tipo de memoria y que también está relacionada con el Alzheimer.

Bermúdez-Rattoni cita estudios, como uno de la Escuela de Medicina de Harvard, en el que encontraron tasas más bajas de Alzheimer en taxistas y conductores de ambulancia. El uso constante de la memoria espacial parece tener un efecto protector en el cerebro.

Los investigadores de la Escuela de Medicina de Harvard analizaron cerca de 9 millones de certificados de defunción emitidos en Estados Unidos entre 2020 y 2022, explorando la relación entre las ocupaciones y el alzhéimer como causa de muerte. Descubrieron que los conductores de taxis y ambulancias tenían tasas sorprendentemente bajas de mortalidad atribuida a esta enfermedad.

El estudio sugiere que la navegación en tiempo real podría ser clave. Este tipo de trabajo activa regiones cerebrales como el hipocampo, que también están implicadas en el desarrollo del alzhéimer.

Eso no significa que usar el GPS ocasionalmente sea dañino, pero sí es una invitación a retomar prácticas que estimulen la orientación natural, como explorar nuevos barrios a pie, cambiar de rutas o viajar sin depender completamente de la tecnología

La memoria se puede entrenar

Ambos especialistas coinciden en algo fundamental: la memoria es entrenable. Leer, resolver crucigramas, aprender nuevos idiomas, practicar juegos de estrategia como el ajedrez o simplemente mantener una vida social activa son ejercicios efectivos para conservar una mente ágil.

Además, factores como una buena alimentación, dormir adecuadamente y mantener una salud emocional estable son esenciales para su buen funcionamiento.

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Bermúdez-Rattoni añade un dato: las memorias no son fijas ni eternas. Hoy se sabe que la memoria es dinámica: se modifica, se actualiza y hasta se adapta a nuestra narrativa personal. En este sentido, la tecnología puede ser una aliada, al ofrecer herramientas (fotos, videos, búsquedas) que nos permiten reconstruir recuerdos de forma más rica y detallada.

Tecnología: ni villana ni salvadora, una herramienta

Lejos de satanizar la tecnología, la clave está en aprender a usarla con conciencia. Peñaloza advierte que no se trata de culpar al celular cada vez que olvidamos algo. Lo importante es cómo lo usamos, y si nos permite seguir prestando atención al mundo real.

Ambos expertos coinciden: no estamos perdiendo la memoria, estamos cambiando cómo usamos nuestras capacidades mentales. En lugar de llenarnos de miedo por este cambio, deberíamos enfocarnos en encontrar el equilibrio: aprovechar los beneficios de la tecnología sin desconectarnos de nuestras funciones cognitivas naturales.

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