Era la madrugada del 19 de septiembre de 1955 cuando en la zona sur de Tamaulipas comenzaron a sentirse los embates del huracán Hilda.

En esa época no había tecnología que alertara sobre la llegada de un fenómeno meteorológico como éste. Los tampiqueños ya habían sufrido previamente los efectos del huracán Gladys.

Hilda tocó tierra con vientos que alcanzaron velocidades estimadas en 250 kilómetros por hora, es decir, lo que hoy se conoce como un huracán de categoría 5.

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Nadie sabía que llegaría un huracán

En ese entonces muchas personas desconocían lo que es un ojo de huracán, pensaron que ya había pasado lo peor y salieron de sus casas; sin embargo, fueron sorprendidas por los fuertes vientos que volvieron a sentirse.

En 1955, muchas viviendas estaban construidas con madera y lámina, por lo que no soportaron la velocidad de los vientos. Las casas quedaron totalmente destruidas y las familias sin hogar.

A los poco días otro huracán, Janet, pasó por el Golfo de México frente a las costas tamaulipecas, dejando grandes cantidades de lluvias y un fuerte afluente en el río Pánuco, provocando desbordamientos e inundaciones en la zona conurbada de Tampico.

Fenómeno devastador en el Sur de Tamaulipas

Por la gravedad de los daños, el gobierno federal activó un plan de respuesta para atender la emergencia que trascendió hasta los Estados Unidos, que también se sumó a las tareas de rescate.

Las calles de Tampico y Ciudad Madero se habían convertido en ríos y lagunas de grandes extensiones por la enorme cantidad de agua acumulada por los tres fenómenos meteorológicos.

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Muchas familias ubicadas en zonas medio altas se subieron al techo de sus viviendas para tratar de ponerse a salvo de las inundaciones. Sin embargo, decenas de casas desaparecieron entre el agua.

La tragedia de 1955 se sigue recordando con mucha tristeza y dolor, dejó muerte, destrucción y pérdidas materiales incalculables en lo que hoy es la zona conurbada de Tampico.

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