Ciudad Basura: La Colonia que Vive de lo que Otros Desechan

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Andrés M. Estrada

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La basura se ha convertido en su sostén económico durante décadas, pero también ha estigmatizado a los habitantes de la colonia Renovación, en Iztapalapa, en la CDMX

Los habitantes de la colonia Renovación, en Iztapalapa, llevan décadas dedicándose al reciclaje. Foto: N+

Los habitantes de la colonia Renovación, en Iztapalapa, llevan décadas dedicándose al reciclaje.

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Serpentear cada una de las calles de la colonia Renovación, en Iztapalapa, es como adentrarse a una zona de desastre. Montañas de lo que podría parecer desechos aparecen en las banquetas, al exterior de las casas y el interior de sus patios, incluso en las azoteas. Mirar hacia cualquier punto es encontrarse con cajas de cartón, fierros, carritos de supermercado, esqueletos de fotocopiadoras, monitores e impresoras o hasta residuos eléctricos y electrónicos encimados como un juego de tetris fallido.

Es el paisaje naturalizado para los poco más de 16 mil habitantes de esta colonia al oriente de la Ciudad de México, dedicados durante décadas a la pepena y reciclaje de basura. Por eso se ha ganado el mote de “Ciudad basura”. 

Un par de hombres sentados en la banqueta separan varios residuos plásticos en enormes sacos de polipropileno, mientras se cubren del sol bajo una lona sobrepuesta. Calles más adelante otra persona separa componentes de tarjetas de computadoras y otro más arrastra un carrito de plataforma con varias cajas de plástico de colores. Todos se notan apresurados.

Aquí, la mejor herramienta de trabajo son las manos.

La Reno, como se conoce popularmente, se fundó a finales de los setenta y principios de los ochenta. El lugar era parte del tiradero de basura a cielo abierto de Santa Cruz Meyehualco, con cientos de familias que pepenaban a diario los desechos.

Un origen que durante décadas ha marcado a sus habitantes en torno a sus actividades e identificado como una zona sucia, insegura y violenta.

Av. 6 Poniente, una de las principales vías de la Renovación, en Iztapalapa, CDMX, donde se recicla la basura. Foto: Isac Moreno

Luis Reygadas Robles Gil, del Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), explica que esto se debe a que todas las ocupaciones o profesiones tienen una connotación simbólica, asociados a prestigio o estigmatizado, como en el caso de las personas que trabajan separando basura.

Se asocia a las personas que trabajan ahí y al lugar donde viven, que muchas veces el lugar donde viven está también la basura”, señala. “Y a los ojos del resto de las personas es visto como negativo, y que no tendría por qué ser, porque es un trabajo importante”, agrega.

La basura es un desecho del ser humano que se considera como inútil y sucio, y donde se genera una segmentación por parte de la sociedad en el que una persona se dedique a la pepena, plantea Rudy Argenis Lejia Parra, investigador y autor del artículo “Disputas por la basura. Análisis de los mecanismos que reproducen y contrarrestan su apropiación desigual”.

Ante esto, dice, viven marginadas y segregadas social y territorialmente por sus características físicas e incluso raciales. “Los tratan como ciudadanos de segunda, eso reduce sus oportunidades educativas, de trabajo y crea la posibilidad de qué se desarrollen más actividades criminales”, agrega Robles Gil.

“Mucha gente tiene poca intelectualidad para ver que es un trabajo honesto que aporta, pues es bien remunerado”, dice un comerciante del barrio. Pide que no se le nombre, porque en la zona hay “clientelismo político” y puede ser afectado. 

El comerciante ha vivido de la basura siempre. Sus padres, desde que era niño, se dedicaban a la separación de residuos y a la venta de chacharas en el tianguis de Las Torres, ubicado a un costado de la colonia Renovación, sobre el eje 6.

La Purísima, una extensión de la Renovación

La colonia Purísima, compuesta apenas por 12 calles, es un eslabón de la Renovación. En algunas de sus calles el panorama de residuos reciclables es similar al de ‘la Reno’, sobre todo en las 6 y 7, donde la quema de cable de cobre es una de las actividades más recurrentes. Incluso circular en vehículos o a pie es imposible, al estar bloqueada por sus residentes.

En este mismo territorio Jacobo Contreras se dedica desde hace 20 años al reciclaje de costales de polipropileno, donde se empaca el azúcar, arroz, frijol entre otros. A diferencia de sus vecinos lo hace al interior de su hogar. “Aquí tengo costaleras. Lo voy separando al grado de que quede limpio y ya sobre eso voy haciendo paquetes de 100, 200 piezas y así lo envío a mis clientes”, platica desde la azotea.

Al final de cuentas es una forma de llevarse un taco a la boca”, dice.

Jorge Ramírez, se dedica a la venta de sistemas contra incendio, hace 23 años llegó a la colonia Purísima y reconoce que son una parte integral de la Renovación. “Es un barrio fuerte, que en base a lo que pareciera que es reciclar basura, en realidad es dinero. Todos los que están ahí, aunque tú los veas sucios, si te fijas hay montacargas, hay camionetas o sea que la basura significa dinero”, apunta.

Renovación
Enormes sacos de polipropileno con materiales separados y reciclados, en la colonia Renovación, Iztapalapa, CDMX. Foto: Isac Moreno

¿A qué huele la Renovación?, se le pregunta a su esposa, Juanita Hernández. “Realmente sí huele mal, porque también otra circunstancia es que cuando en la Central de Abastos –ubicada a 4 km– no recogen la basura a tiempo o no la sacan, pues todo se viene (a tirar) para acá; tenemos toda la quemadera de cables”, expone.

A este problema se suma que algunos de los vecinos de colonias colindantes, como Santa Cruz Meyehualco o Vicente Guerrero, también llegan a arrojar su basura.

“Vienen y dejan desperdicios a veces de bolsas, carcasas, por ejemplo de las computadoras; todo lo que es plástico. Hay algunos que desarman aquí y nos dejan su basura”, sostiene Pia, vecina de la zona. 

 “Otra cosa que también nos perjudica es que hacen sus construcciones, remodelaciones y vienen hasta cínicamente en diablitos y nos avientan costales aquí al camellón”, agrega. 

Un papel ecológico

Enormes lonas colgadas al exterior de los negocios de reciclaje o cartulinas con los montos en los que se compra cada tipo de material dan la bienvenida al adentrarse sobre la Av. 6 Poniente, una de las principales vías de la Renovación.

Lata chilera, radiografía, tarjeta electrónica, disco duro, metal, CD, celular, periódico, papel, vidrio e inimaginables tipos de materiales se compran por kilo en este pasaje y otras calles más.

Pero la labor de los pepenadores, recicladores y comerciantes de este lugar va más allá de un negocio. 

Cumplen una función ecológica y social al incorporar a un nuevo ciclo económico estas materias, explica el académico Rudy Argenis Lejia Parra.

“Ellos se incorporan a este a este ciclo económico del reciclaje (y realizan) el esfuerzo más importante de estar agachados y expuestos al sol; también están expuestos a veces a virus, a partículas dañinas, a materiales que pueden ser cortantes, a jeringas que a veces no se disponen de manera adecuada”, subraya. Sin embargo, anota, son quienes realmente hacen el trabajo fuerte de la recuperación, pero también son quienes menos se benefician.

Montaña de desechos de tarjetas electrónicas que son recicladas, en la colonia Renovación, Iztapalapa, CDMX. Foto: Isac Moreno

Luis Robles expone que en países desarrollados empezó hace algunas décadas a trabajarse en el reciclado de basura como una novedad, pero en México se hace desde hace mucho tiempo atrás: “Incluso por eso a veces los camiones ya ni separan la basura, porque saben que los van a llevar a donde se va a separar, es una actividad que se hace desde hace muchas décadas”.

Aunque esto también se presta para generar redes de clientelismo políticos o barriales, combinados con el crimen organizado y monopolios sobre el control de la basura.

En la Ciudad de México se generan 12 mil 454 toneladas de residuos al día, de acuerdo con el Inventario de Residuos Solidos de la CDMX 2023.

El negocio del clientelismo político

Con una sonrisa, un hombre plática de manera detallada sobre su negocio, las materias que adquiere, cómo es el día a día del trabajo duro laborando en el reciclaje y las ganancias. 

También cuenta sobre la tradición familiar en esta actividad, cuando juntaba y vendía “fierritos” en su niñez, la estigmatización de la colonia y lo más importante, que él es feliz en este trabajo.

Al finalizar, acude a unos 50 metros de su local con otro colega que también se dedica a la compra de diversos materiales reciclados, para preguntarle si también desea contar su historia.

El intercambio de palabras no va más allá de un par de minutos y regresa con el rostro desencajado y preocupado. “Creo que ya me metí en un pedo con todo lo que te dije. Me dice este güey que no podemos hablar de nada de esto y tú ya me grabaste, y sí sale eso hasta puedo comprometer mi negocio”, sostiene. 

A lo que se refiere el hombre es al control político que hay en la zona. Uno de sus principales operadores fue Rafael Gutierrez Moreno, conocido como el Zar de la Basura.

Se les solicita a veces movilizaciones individuales o colectivas para apoyar ciertos eventos o ciertas figuras políticas, que den aportaciones (económicas) para ciertas organizaciones tanto políticas como colectivas”, explica Rudy Parra.

Lo otro, detalla, es que son personas que hablan de manera acotada o a veces incluso prefieren no hablarlo, porque son violentadas. “Tienen prohibido hablar de estas dinámicas, porque precisamente una forma de violencia no solamente es física, sino también la cuestión discursiva y simbólica”, destaca.

Son minutos pasados de las 6 de la tarde y es como si el reloj impusiera un toque de queda.

Poco a poco, el cúmulo de personas que desde las primeras horas del día separaban los residuos en las calles comienzan a desaparecer. 

Los negocios bajan cortinas, se cierran los zaguanes, guardan montacargas y los camiones llenos de mercancía se retiran. Al día siguiente, llegará nueva basura para seguir trabajando.

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