Oasis Volvió a México, 17 Años Después y Detuvo el Tiempo ante Miles en el Estadio GNP
N+ Humberto Blizard
Dos fechas, para algunos insuficientes, para otros, un retorno a su adolescencia. Canciones que marcaron a una generación con canciones de los hermanos Gallagher

Oasis Volvió a México, 17 Años Después y Detuvo el Tiempo ante Miles en el Estadio GNP. Foto: AP
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Habían pasado casi 17 años desde la última vez que Oasis tocó en México. Más de una década y media en la que sus canciones seguían sonando en fiestas, bares y auriculares de millones, pero no en un escenario. Todo ese tiempo estuvo marcado por un silencio áspero, marcado por peleas familiares, la separación.
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Un silencio que –en lo más doloroso de todo– parecía definitivo
La resurrección de una época
Por eso, el regreso de la banda este fin de semana fue mucho más que un concierto: fue la resurrección de una época que muchos ya creían condenada al recuerdo.
Desde temprano, los alrededores del Estadio GNP respiraban expectación. Familias enteras, amigos y parejas que heredaron la devoción por el britpop caminaban en la misma dirección. Pero más que nada, lo que avanzaba con ellos era una avalancha de memorias adolescentes, rescatadas en medio de la lluvia de una tarde cualquiera en la Ciudad de México.
Las luces del recinto, teñidas de violeta y naranja, parecían palpitar con la ansiedad que crecía minuto a minuto. Y cuando por fin comenzó el show, con los primeros acordes de Hello, no hubo dudas: Oasis había vuelto. Y con ellos, toda una época que muchos llevaban en el corazón.
Canciones que sonaron como plegarias
El arranque fue explosivo: Acquiesce, Morning Glory, Some Might Say desataron un coro multitudinario, un canto que atravesó generaciones sin importar la edad. Bring It On Down y Cigarettes & Alcohol devolvieron la crudeza de los noventa, mientras que Fade Away recordó que la nostalgia puede ser también un refugio cómodo donde quedarse un momento.
El estadio se convirtió en un templo con Talk Tonight. Miles de voces la cantaron como si fuera un rezo compartido, con una devoción que parecía una primera vez. Luego llegaron Half the World Away, Cast No Shadow y Stand by Me, reforzando esa intimidad colectiva que solo pocas bandas pueden provocar.
Después apareció Little by Little, dedicada al “Mandem”, con una carga inesperada que sorprendió a todos. Y enseguida, D’You Know What I Mean?, que encendió la euforia y puso de pie cada rincón del estadio.
Entonces cambió el tono. Supersonic y Roll With It levantaron aún más la energía, como una ola que choca con fuerza en medio de un mar de melancolía. Slide Away y Whatever prolongaron esa mezcla de fuerza y ternura, hasta que todo el estadio, iluminado por miles de celulares, entonó Live Forever como si la eternidad realmente estuviera a su alcance. Antes del encore, Rock ’n’ Roll Star selló el set regular con esa arrogancia luminosa que definió a Oasis en los noventa.
El encore: un pacto eterno
El cierre fue un torbellino de emociones imposible de medir. The Masterplan, Don’t Look Back in Anger, Wonderwall y Champagne Supernova dejaron de ser de una sola generación para convertirse en patrimonio colectivo. De todos.
La primera, confesión íntima.
La segunda, rezo colectivo que se volvió catarsis.
La tercera, melodía que marcó una época.
La última, un viaje del que nadie quería regresar.
Cuando los fuegos artificiales iluminaron el cielo, la verdadera luz seguía abajo. Miles de rostros cantando al mismo tiempo, convencidos de que estaban siendo parte de un instante irrepetible.
La pregunta que queda
Oasis volvió a México tras más de diez años de ausencia. Y el reencuentro fue tan intenso que dejó una pregunta flotando en el aire: ¿cuánto habrá que esperar para que ocurra de nuevo?
Nadie lo sabe. Quizás ahí esté el hechizo: en la incertidumbre que convierte cada acorde en un posible adiós.
Lo cierto es que, durante dos noches consecutivas, la Ciudad de México cantó a todo pulmón los himnos de una banda que transformó la música británica y marcó la vida de millones. Noches en las que el tiempo se detuvo, en las que el recuerdo se volvió presente. Para recordarnos que hay canciones que nunca terminan, aunque haya pasado más de una década sin escucharlas en vivo.
En el eco de esas gargantas, en las luces que pintaron el cielo, en la melancolía que todavía flota en la ciudad, quedó grabada la postal de un regreso imposible de olvidar. Porque cuando Oasis toca, no solo interpreta canciones: convoca memorias, despierta pasiones, y deja abierta una pregunta sin respuesta, pero llena de esperanza: ¿y si algún día vuelven otra vez?
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