Servir al Borde del Colapso: Las Denuncias Ignoradas de los Residentes Médicos
Andrea Vega | N+
Juan y Pedro, ambos médicos residentes, relatan cómo alzar la voz en defensa de sus derechos los llevó a enfrentar más hostigamiento, exclusión, ansiedad severa y pensamientos suicidas.

Cuando denunciar no sirve, médicos residentes en el olvido. Ilustración: N+
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“Te vamos a destruir para construirte”, recuerda Juan, un residente de tercer año del Hospital ISSSTE de Tláhuac, que le decía el jefe de servicio de Neumología, en las primeras semanas después de haber ingresado a la residencia.
Juan cuenta que los residentes de ese servicio se enfrentan a un entorno hostil en lugar de uno formativo. Lejos de encontrar una guía que acompañe su proceso de aprendizaje, lo que reciben son exigencias desmedidas, maltrato verbal y humillaciones públicas.
Lo que se espera de ellos es que desde los primeros días dominen todos los procesos administrativos y clínicos: desde realizar solicitudes de laboratorio, estudios de imagen, interconsultas a otros servicios y recetas electrónicas, hasta conocer en detalle el estado clínico de cada paciente asignado; aun sin haber recibido una capacitación adecuada.
Las órdenes, dice Juan, se dan de manera violenta, con gritos, insultos y comentarios denigrantes como "te has estado haciendo pendejo todo el día" o "no me importa cómo lo consigas, pero eso tiene que estar". La carga de trabajo es excesiva: desde las 7 de la mañana y, si hay guardia, seguir sin dormir hasta bien entrada la tarde del día siguiente.
Las entregas de pacientes, afirma Juan, que en teoría deberían ser espacios académicos, se convierten en sesiones públicas de exhibición donde los médicos de mayor jerarquía. “Nos pateaban académicamente, cuestionándonos con agresividad, riéndose de nuestros errores, haciéndonos sentir ignorantes o inútiles por no saber algo que apenas estamos aprendiendo”.
Es el jefe de servicio quien fomenta que entre compañeros se maltraten y, al que no sigue esa cultura, se le excluye y se le castiga más, denuncia Juan. Eso pasó con él. “Yo no compartía su ideología, así que no era de su grupo y me excluían”.
El residente dice que soportó muchas cosas, pero llegó un punto de inflexión cuando trataron de boicotear que rotara a otro hospital en Nuevo León, lo que era su derecho, pues es parte de la formación académica de los residentes.
Poco después ocurrió un segundo evento aún más grave: culparon a Juan de la muerte de un paciente a quien se le intubó. ”Dijeron que había muerto por mi culpa, cuando yo ni lo toqué. Mi única participación fue calcular la dosis de medicamentos. La intubación fue realizada —sin éxito— por otras personas”.
Ante todo eso, Juan acudió a la jefatura de enseñanza y les informó lo que sucedía. “Me aseguraron que protegerían mi identidad, pero no fue así. Le dijeron al jefe de enseñanza que yo me había quejado y él convocó a una junta para decirles a mis compañeros que mi queja iba a repercutir en ellos, que a la mejor hasta se iba a cerrar la sede y los iban a reubicar”.
Como todo empeoró para Juan con esa primera denuncia ante la jefatura de enseñanza, decidió llevar su queja por escrito, de la que N+ tiene una copia, ante el Órgano Interno de Control del ISSSTE.
La respuesta institucional fue tibia y distante. Se realizó una supuesta diligencia y se envió a un grupo de abogados a impartir una charla sobre hostigamiento laboral. Sin embargo, no se aseguró la asistencia de las personas involucradas en los agravios; ninguno de los señalados se presentó, ni se les obligó a hacerlo.
Se hizo además la distribución del reglamento sobre el comportamiento de los servidores públicos, sin que se aplicara ninguna sanción administrativa, ni para los residentes responsables ni para el jefe de servicio. N+ tiene copia del documento donde el OIC del ISSSTE enumera estas acciones y da por atendida la queja de Juan.
De mal en peor
Por supuesto, las cosas no mejoraron, de hecho, el jefe de servicio y profesor titular utilizó la denuncia ante el Órgano de Control Interno como una herramienta de presión. Comenzó a convocar juntas en las que insinuaba que, por culpa de dicha denuncia, se podrían perder las rotaciones externas y que el servicio de neumología se estaba viendo afectado, cuenta Juan.
Me señalaba como responsable de estos supuestos perjuicios, lo que solo incrementó el resentimiento, el hostigamiento y las represalias en mi contra. A partir de ahí, el ambiente se volvió un infierno.
David Sarmiento, médico, abogado y quien lleva muchos años estudiando el acoso en las residencias médicas y defendiendo casos de residentes, dice que lo sucedido con Juan no es un caso aislado, es lo “normal”.
“Lo que suele pasar cuando los residentes levantan la voz es que les va peor. Hay muy pocos lugares donde se cumplen los protocolos o mecanismos de atención de víctimas, de decir, a ver voy a investigar y en lo que se investiga, te tengo que proteger, voy a tomar medidas precautorias para protegerte, no, eso no pasa, al contrario, se toman medidas en contra del denunciante”.
Sarmiento, dice que ha tenido muchos casos en los que incluso se condiciona la aprobación del residente por haberse quejado, “les dicen, bueno, como tú pusiste la queja y estás haciendo relajos, no te voy a aprobar tu tesis, por lo tanto tú ya no no vas a ser especialista, porque adivina qué, el que te aprueba la tesis es muchas veces el mismo agresor”.
También pasa que las instituciones se echan la bolita unas a otras y ni las de educación ni las de salud dan una solución. “El problema es que las instituciones son tan amigas que siempre echan en medio al residente, porque a la de educación no le conviene perder el convenio con la de salud para que sus estudiantes vayan a formarse”.
Para Juan todo fue de mal en peor, incluso el jefe de servicio generó una rotación extraordinaria por un servicio por el que Juan ya había rotado, hematología, y que no le aportaba más a su formación académica.
Una queja más
El residente volvió a ingresar quejas por escrito. No sirvió de nada. En una junta le comunicaron que tenía que presentarse a la rotación extraordinaria.
“Salí de ahí devastado, destrozado, intenté hacer una llamada con el abogado que me ha asesorado, ni siquiera lo pude escuchar bien, empezaron síntomas de ansiedad: palpitaciones, temblores, sudoración, llanto incontenible”.
Juan cuenta que llegaron a su mente ideaciones suicidas, “al no ser escuchado, al no encontrar salida, al sentirme segregado, al sentirme hostigado, al sentirme excluido, al sentir que es todo un sistema corrupto que protege estas maneras de ser”.
El residente acabó internado en el área de psiquiatra del hospital. Estuvo ahí siete días con diagnóstico de depresión mayor e ideaciones suicidas. Cuando salió de la hospitalización, tuvo que ir a rotar a hematología, y apenas hace unos días lo movieron a terapia intensiva.
N + solicitó una entrevista al ISSSTE para saber que estaba pasando con el caso de Juan. La respuesta llegó a través de una tarjeta informativa, en la que la institución aseguró que el 16 de junio pasado, la jefatura de Enseñanza Nacional notificó al médico jefe de servicio su baja como profesor titular del curso de Especialidad de Neumología, también afirmaron que lo había dado de baja de su cargo como jefe de servicio y que no estaría más al mando de los residentes..
Sin embargo, Juan asegura que el médico sigue hasta hoy en su puesto y al mando de los médicos en formación.
“Nunca te imaginas estar en una situación así, yo no entré a la especialidad con la idea de quitarme la vida, pero es que se siente que nadie nos escucha, que nadie nos oye, que todo el mundo se lava las manos, todo el mundo trata de hacerte ver como que eres culpable, tú eres el tonto o el pendejo que no pudo, el débil, el frágil que no soporta, que no resiste” dice Juan.
Culpable por amistad
Pedro, a quien llamaremos así porque ha pedido proteger su identidad, otro residente de tercer año del ISSSTE de Tláhuac, vivió desde el principio de la residencia el mismo ambiente hostil que sufrió Juan y cuando decidió hacerse su amigo, también se convirtió en blanco de más hostilidad.
“Cuando se dieron cuenta que nos llevábamos bien y que yo lo respaldaba, se vinieron también contra mí”. A partir de entonces, se intensificaron las exigencias y críticas hacia su trabajo, incluso cuando sus decisiones se basaban en indicaciones previas de residentes superiores.
A pesar de su esfuerzo por mejorar, estudiar y asumir responsabilidades, era constantemente descalificado y tratado con desprecio por parte del personal superior. Fue llamado "inútil", "pendejo", y "estúpido" en reiteradas ocasiones frente a compañeros y pacientes. Tuvo que aguantar castigos por errores que él no cometía, pero que se le achacaban.
En medio de ese ambiente, Pedro empezó a padecer ansiedad. “Empecé a tener crisis cada dos o tres días hasta que la ansiedad se hizo propia de mí. No podía dormir y empecé a salir a caminar en las madrugadas con la idea de que me pasara algo porque ya no podía seguir”.
Las ideaciones suicidas se intensificaron e incluso empezó a escribir cartas de despedida y se puso una fecha para cumplir sus planes, el 31 de diciembre de 2024. “Ya tenía elegido el puente desde donde me iba a tirar”.
Afortunadamente sus padres, que ya sospechaban que algo no andaba bien, llegaron el 28 de diciembre desde Veracruz, donde residen, para visitarlo y estar con él. “Lo tomé como una señal, como una luz para que no hiciera lo que planeaba”.
Hoy, Pedro se ha refugiado en la fe católica para aguantar todo lo que vive en la residencia, porque se da cuenta que nadie hace nada por ayudarlos; mientras Juan espera que sus quejas tengan alguna respuesta.
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