La Vida de una Familia Feriera: Resistencia y Tradición
Fernanda Zuñiga | N+
Por más de 35 años los Espinosa se han dedicado a la industria de la diversión y juegos mecánicos. Pero hoy en día creen que su negocio familiar puede desaparecer

Integrantes de la familia Espinosa posan en uno de sus juegos mecánicos. Foto: N+
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Está anocheciendo en la zona industrial de San Luis Tlatilco, Naucalpan de Juárez, hay un ajetreo inusual. Llegan y se van grandes camiones, pero esta vez no transportan mercancía de las fábricas cercanas, sino juegos mecánicos.
“Échale, todavía tienes espacio atrás”, dice don Martín, el hombre que con más de 60 años guía, mueve y da indicaciones a un grupo de más de una docena de personas. Es un hombre de trabajo, no lo tiene que decir, su cuerpo lo comunica. Sus manos se ven fuertes y ásperas, tiene canas en su bigote y cabello y se puede ver a simple vista las líneas de expresión que enmarcan su frente y ojos. Su mirada no se pierde, a pesar de verse cansada. Él sabe que en una noche como hoy tiene que mantenerse más atento y alerta que nunca.
“La feria es un constante batallar. Desde la logística de traslado. Ahí inicia nuestra odisea”, cuenta sonriendo, pero no pierde de vista las maniobras que hacen las personas que se encuentran arriba de los camiones. Incluso se disculpa por tener que irse porque “parece que los muchachos no saben a dónde llegar”.
Realmente no van lejos, esta vez. Viajan a unos dos kilómetros y medio con dirección a la parroquia de San Bartolomé Apóstol.
Cuando llegan a la calle Vicente Guerrero casi no se ve, falta alumbrado público. Es solo un puestito de antojitos mexicanos el que emite un poco de luz. Casi no hay gente, ya es noche. “Orale, de una vez vamos a cenar”, suelta uno de los hombres que acompaña a don Martín.
Todos piden algo: quesadillas, pambazos o sopecitos. Unos hacen chistes, otros se cohíben porque les da pena que haya una cámara frente a ellos. Se carcajean entre ellos. Saben que es el momento para bromear, relajarse y recargar energías, después eso es imposible.
La familia Espinosa se ha dedicado a la feria desde los noventa, cuando el señor Martín vio en la venta de elotes, y después en los juegos mecánicos, una oportunidad para sustentar los gastos de su familia. “Por causas de la suerte cae uno a este bonito negocio que es amenizar y divertir a la gente”, recuerda don Martín.
Terminan de cenar y todos ya saben qué hacer. Unos desmontan juegos, otros mueven los camiones que se quedaron más alejados. Don Martín dirige a toda esa orquesta.
En ese momento, mientras toda la colonia de San Bartolo duerme, ellos planean cómo acomodar los juegos y puestos que amenizarán la fiesta patronal. Todo tiene que quedar estratégicamente distribuido para que la gente se sienta invitada a recorrer todas las atracciones.
El trabajo empieza en la noche y acaba en la madrugada, cuando suben a los camiones a las cuatro de la mañana. Unos trabajadores se recargan en los asientos, otros en los camarotes. Ni siquiera se acomodan del todo, saben que dormirán pocas horas.

Al día siguiente, y con la ayuda de la luz del día, la instalación de los juegos es más rápida.
“Cuando sus hijos no quieran estudiar, mándalos con alguien de la feria. Ahí les enseñamos a valorar a mamá, a valorar a papá, a valorar la escuela. Porque los libros no pesan y los fierros sí”, alega el hijo mayor de Martín, quien desde los tres años ha vivido entre viajes, camiones y juegos mecánicos.
En todas direcciones suena la lámina con la que están hechas las atracciones y la matraca que aprieta los tornillos y tuercas. También hay polines de madera de todos los tamaños, los cuales, en gran medida, son la principal estabilidad de los juegos mecánicos, cosa que siempre ha causado controversia y conversación en redes sociales.
Seguridad
“Me paso checando medidas preventivas, correctivas cada vez que armamos y desarmamos. De alguna manera esto nos ayuda a minimizar el riesgo. Eso sí, en todos los parques, en todos los juegos hay riesgos”, dice don Martin e incluso enfatiza que la mayoría de los accidentes que se ocasionan en los juegos mecánicos es por negligencia del usuario.
En los juegos que han terminado de armar también colocan lonas a lado de la entrada, donde se lee la palabra “reglamento”. Ahí especifican la altura, la edad y el comportamiento que deben tener las personas que van a subir a la atracción. Además recalcan que no se hacen responsables de la pérdida de llaves o daño a teléfonos, es por eso que hacen una invitación a dejarlos con los acompañantes.
De hecho el área de Coordinación del Estado de México tiene un programa preventivo para Festividades, en las que se incluyen a las ferias. En ella explican que es importante la identificación de los riesgos que los asistentes podrían encontrar, para así poder prever, mitigar y pedir ayuda.
Ahí se menciona que en las ferias puede existir pérdida parcial y total de los bienes, uso de armas de fuego y punzo cortantes, lesiones, riñas y excesos por ingesta de bebidas alcohólicas. Solo que estos riesgos no solo son para los asistentes, también los han padecido toda la familia Espinosa.
“Es algo muy bonito vivir en la feria, viajas mucho, conoces gente buena y también gente muy mala. Un día fuimos a trabajar a un pueblito. Ya habíamos levantado todo, estábamos listos para irnos. Pero en la entrada estaban tomando unos muchachos. Yo me bajé y les dije, ¿Me das permiso, por favor? Solo vamos a pasar rápido y ya ustedes siguen con su fiesta. Bastó que les dijera eso para que uno de ellos me sacara la pistola y me apuntara a la cabeza. Le jaló pero no pasó nada. Me lo pone en el pecho, le jala y nada. Entonces pensé, antes de que truene el tercero, mejor me defiendo. Y se hicieron los golpes”, dice Jonathan, el hijo mayor del señor Martín. Ese día, realmente pensó que iba a morir.
Alcohol
Don Martín menciona que, si pudiera, el alcohol estaría prohibido en cualquier feria. A pesar de que ellos no venden ni fomentan la venta de cerveza u otros licores, los vecinos de las colonias en las que trabajan creen que ellos son los principales culpables de los borrachos, robos y hasta basura que se realiza en las fiestas patronales.
“Dicen que los de la feria somos cochinos, porque venimos a orinar sus calles o dejarles basura, pero en sí en sí esto lo provocan los visitantes, la gente que viene tomando. Nosotros les dejamos una bolsa de basura en cada juego, pero prefieren tirarla en donde se les antoja”, dice con un poco de recelo Martín, el hijo menor de don Martín, mejor conocido como Tincho.
Habla del estigma con el que ha tenido que vivir y enfrentar sus 24 años de vida, solo por ser feriero. Menciona que él, como un barrendero o un plomero, tiene un trabajo honesto con el que lleva comida a su casa y alimenta a su familia, aunque últimamente ha pensado en buscar otro trabajo, porque no le ve futuro al negocio familiar.
Ya no hay mucha ganancia, o sea, cada vez es menos y hay muchos compañeros que ya dejaron de trabajar en la feria, porque ya no les conviene. Ya no es negocio para ellos, entonces prefieren mejor irse de la feria que continuar
Costos
Esto está directamente relacionado con la baja afluencia de personas a las ferias y fiestas patronales. Al preguntarle a la familia Espinosa cuál es la principal razón por la que la gente ya no asiste, inmediatamente respondieron: los precios.
Alejandra una vecina de San Bartolo indicó:
Antes sí estaba accesible. Ahorita la verdad es que se me hace muy excesivo el precio
Por su parte Sebastián, otro vecino comentó:
Hay años en los que sí estaba muy caro, sí he llegado a pagar no sé, 80 hasta 90 pesos por el juego, pero hay veces que se dan de 40, 50 pesos
Incluso Tincho, dice que no llevaría a sus propios hijos a la feria, porque se le haría elevado pagar juegos y comida para tres personas. “Es hasta más económico comprar una pizza barata y ponernos a ver películas en la casa”, dice entre risas. Gracias a esto don Martín fundó una organización llamada “Jupuna”, la cuál representa a 300 personas que viven de la feria en el municipio de Naucalpan. Menciona que su finalidad es conservar las fuentes de trabajo y buscar el apoyo de las autoridades para que se le cobren menos impuestos a los ferieros. Con eso ellos podrían bajar los costos.
“En medida de cómo nos apoyen, también nosotros bajaremos costos de acceso a los juegos mecánicos. Si esto sigue así la feria va a tender a desaparecer”, dijo don Martín.

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