Día de Muertos: 'Llorar al Hueso', la Práctica Popular para Convivir con los Difuntos

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Esta práctica formaba parte de los velorios y de la festividad del Día de Muertos; consistía en acompañar la tragedia con música, bailes, comida y bebida

Día de Muertos: 'Llorar al Hueso', la Práctica Popular para Convivir con los Difuntos

Un hombre asiste al panteón el Día de Muertos, en Huimilpan, Querétaro. Foto: Cuartoscuro | Archivo

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En México, este 1 y 2 de noviembre, se celebra una de las festividades más importantes del calendario cultural: el Día de Muertos, en el que por algunas horas muertos y vivos vuelven a convivir.

Una de las prácticas más populares en el México del siglo XIX, vinculada con esta celebración, era la de llorar al hueso, que se refería a despedir y acompañar a quien había partido de esta vida.

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Esta práctica es la esencia del Día de Muertos, como hoy lo conocemos, ya que se convertía en una fiesta llena de colorido, comida, bebida y música, a pesar del triste momento.

'Llorar el hueso', esencia del Día de Muertos. Foto: HNDM | El Diario

En el periódico El Diario, el 2 de noviembre de 1907, se publicó lo que significaba llorar al hueso:

Esta frase, enteramente típica de las costumbres populares de México, es familiar y muy conocida desde hace mucho años, porque con ella se da á entender que el día de los fieles difuntos está permitido conmemorar a los difuntos, y para hacer menos triste y penoso el recuerdo, ingerir platillos nacionales de barbacoa con salsa borracha, mole verde o rojo, enchiladas ó chalupitas, y para que nada falte á la macabra orgía y festín impío, raudales de pulque blanco o compuesto, desde tradicional colorado hasta la Isabel dormida, ó el verde de apio

El 'pueblo pobre' y la celebración a la muerte

En el semanario México y sus Costumbres, del 7 de noviembre de 1872, Enrique Chavarri, quien firmaba como Juvenal, hacía referencia a la fiesta de Todos los Santos (Día de Muertos).

Explicaba el popular escritor y cronista que, 20 años antes, es decir, por allá de 1850, el único que despedía a los muertos con una serie de ritos festivos era el "pueblo pobre".

(...) es una costumbre entre los pobres celebrar lo que ellos llaman velorios. Cuando muere algún padre de familia, ésta le coloca en el centro del cuarto ó accesoria, sobre una cama, ó á veces sobre el suelo simplemente; le encienden cuatro cirios, convidan á sus amigos a la velada, compran mucho pulque, y principia una especie de orgía en que los cantos y los zapateados del jarabe se suceden a las libaciones. Esta es la ceremonia prévia á los funerales

Ahora bien, lo que sucedía en el velorio se trasladaba más tarde al día consagrado a los difuntos, donde toda la familia asistía al cementerio desde las primeras horas de la mañana para convivir con sus muertos.

(...) allí, sobre la tumba de sus muertos colocan lo que llaman la ofrenda, flores, fruta y velas de cera; se sientan al derredor, y permanecen todo el día: á las doce almuerzan de la colación que llevan consigo, liban todo el día en el colosal jarro de pulque, y de esta manera, como ellos dicen, lloran el hueso

El autor de esta pieza, uno de los cronistas más importantes de ese siglo, hacía énfasis en que los panteones "no eran visitados sino por los pobres que iban á llorar el hueso", y para ello compraban carne, chito y frijoles gordos.

Juvenal describía cómo era el Día de Muertos en 1872. Foto: HNDM | México y sus Costumbres
Juvenal describía cómo era el Día de Muertos en 1872. Foto: HNDM | México y sus Costumbres

La Patria iba más allá: en su texto del 5 de noviembre de 1899, decía que era espeluznante la forma en la que celebraban "los nativos del Anáhuac", pues enterradores y plañideras iban a los panteones a llorar al hueso y a "beberse inmensas y repetidas cantidades de pulque".

Quien quiera ver á México por dentro, no tiene más que saltarse las tapias de los panteones el 2 de noviembre" -lo cual es perfectamente lícito ese día- y asistir á la orgía fúnebre más espeluznante

¿Y qué hacían entonces los miembros de las clases altas durante esa fecha?

En la publicación México Gráfico, del 28 de octubre de 1888, se detallaba que en "esta triste fecha, los ricos encargan á manos secundarias la compostura de los sepulcros de familia, y los pobres, es decir, los últimos de la escala social, van personalmente á llorar al hueso, almorzando, comiendo y á todas horas bebiendo sobre los sepulcros".

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Juvenal, en México y sus Costumbres, agregaba que "la gente acomodada" se conformaban con "mandar decir una misa" o rezar ante el altar del Perdón -en la catedral de México- o "a lo mucho en la casa se encendía una vela como sufragio y se mandaba decir un responso que costaba un real, cantado real y medio, y dos con vigilia".

Día de Muertos, la transformación

En el texto, Juvenal se quejaba que en 1850 "no nos divertíamos con los muertos" y que los panteones de San Fernando y Santa Paula no eran escenario de la elegancia, lujo y competencia, como después ocurriría

Hoy es de otra suerte; el lujo, que invade todas las costumbres, ha hecho que los panteones sean una competencia; quién pone mas velas, mas flores, mas coronas, mas retratos, mas retratos, mas bandas, mas macetas, mas blandones y mas originalidades

El cronista señalaba que se pasó del recuerdo sincero, donde mandaba el corazón, a la frialdad de la cabeza, que ordenaba hacer llamativa la celebración, no como lo hacían "los pobres" y mucho menos la "gente acomodada", sino bajo el rigor social de la apariencia.

'Llorar al hueso' era una tradición para convivir con los muertos. Foto: HNDM | México Gráfico

En nuestra época, la festividad se mantiene y se ha convertido en uno de los grandes estandartes de la cultura mexicana. Sin embargo, qué tan lejos estamos de lo que decía Juvenal hace más de 150 años: ¿se sigue haciendo con el corazón o forma parte de la apariencia?

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Con información de N+

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