La Noche Eterna del Baby’O Convierte la Icónica Discoteca en Reflejo de Acapulco
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La Noche Eterna del Baby’O ofrece más que la historia de la icónica discoteca: reconstruye el ascenso, brillo, caos y resiliencia del club, narrativa que termina convirtiéndose en espejo de la ciudad.

El documental refleja el brillo, caos y resiliencia de Acapulco.
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La Noche Eterna del Baby’O, documental dirigido por Emilio Maillé, explora la historia de la icónica discoteca acapulqueña a través de un viaje musical que se convierte en un recorrido profundamente humano. Aunque la intención inicial era realizar un viaje musical, el verdadero corazón del trabajo vino de las voces que construyeron y habitaron el Baby’O. Y Acapulco.
Verónica Castro, Mijares, Emmanuel, Flans, Sofía Castro, Daniela Romo y Ana Martin, además de escritores como Guadalupe Loaeza y Daniel Krauze, y periodistas como Ricardo Raphael, se sumaron a la narrativa, que no pudo estar completa sin las voces de personajes locales tanto del Baby'O como de Acapulco, quienes ayudaron a revelar la compleja relación entre la discoteca, el puerto y su gente.
Además del archivo histórico, los testimonios íntimos y una exigente curaduría musical, este trabajo documental convierte un espacio aparentemente frívolo en el pretexto perfecto para reflejar una ciudad entera. La Noche Eterna del Baby’O traza paralelos entre el auge, brillo y declive del Baby’O con el propio Acapulco. Con este trabajo, el puerto no solo reconoce su brillo, tragedias, resiliencia y nostalgia, sino que celebra a la belleza humana que lo habita.
Nota relacionada: ‘La Noche Eterna del Baby’O’, Documental que Transporta al Público a los Años 70s y 80s
La Noche Eterna del Baby’O: redescubriendo su historia
Fundada en 1976, de la mano de Eduardo Cesarman y Rafael Villafañe, este mítico club se convirtió en un ícono del glamour turístico mexicano. Además de su arquitectura, el Baby'O albergaba misterio por ser un universo habitado por celebridades, empresarios y personajes de la alta elite nacional e internacional. Su nombre fue resultado de un gusto personal por la canción homónima de Dean Martin.
Su exclusiva clientela se divertía entre mesas intocables, jacuzzis llenos de champaña, estrenos musicales de talla internacional, un restaurante subterráneo en el que servían leche con chocolate y grandes historias que hicieron de este lugar el favorito de la vida nocturna clásica de Acapulco.
Emilio Maillé ha confesado que, al arrancar el proyecto, imaginaba una narrativa centrada en el universo sonoro del Baby’O. Sin embargo, el verdadero pulso apareció en las calles de Acapulco y en las voces de quienes han habitado esta historia: "La gran sorpresa que vino en todo este ejercicio fue una sorpresa humana, y fue lo más bonito", señaló en entrevista.
Maillé construyó el documental sobre múltiples décadas, para lo cual contó con figuras imprescindibles: las mentes maestras detrás del Baby'O, estrellas nacionales, y decenas de trabajadores y visitantes frecuentes que ayudaron a reforzar la esencia del viaje: la conexión emocional.
La Noche Eterna del Baby’O: el talento
La selección de entrevistados fue casi un “casting cinematográfico”, cuenta Maillé. Entre las voces más esperadas estuvo Verónica Castro, pieza que él consideraba fundamental desde el inicio. A la lista se suman figuras como Emanuel, Mijares, Las Flans, así como trabajadores del Baby’O, cuya voz adquirió un peso esencial. La idea fue formar un mosaico que no repitiera personalidades, sino que mostrara diversidad emocional, generacional y social.
Yo desde el principio dije: 'Verónica Castro tiene que estar aquí. La fui a ver antes a su casa. Ella vivía en ese momento en Acapulco, vive entre Acapulco y la Ciudad de México. Le platiqué del proyecto y lo que más me impresionó fue su mirada y su simpatía. Es realmente una mujer adorable. Tiene un magnetismo fantástico y muy mágico.
La música disco: un personaje más
Aunque el Baby’O ha sobrevivido casi cinco décadas, Maillé decidió concentrar la narrativa musical en el periodo de la música disco. Ese breve pero explosivo capítulo detonó la identidad del club, y todavía hoy marca el pulso de su recuerdo colectivo.
El proceso de seleccionar e incrustar los temas, sin embargo, fue complejo: derechos que se caían a última hora, autores extranjeros que priorizaban otros proyectos —como ocurrió con los Bee Gees— y la necesidad de rearmar secuencias enteras para sustituir canciones. Aun así, el resultado convierte a la música en un personaje principal, un hilo que guía al espectador “como un tren de alta velocidad”.

El Baby’O como metáfora de Acapulco (y de México)
La historia del club parece caminar paralelamente al destino del puerto: del esplendor sesentero que lo convirtió en capital del jet set, al declive inevitable, seguido por un renacimiento que hoy lucha por mantenerse. El documental incorpora el impacto de tragedias recientes como el huracán Otis, un episodio que reforzó la resiliencia de la población y la necesidad de nuevos aprendizajes.
El Baby’O, dice el director, es como La Quebrada: "Ambos tienen esta configuración rocosa. Y es como si piensas que los clavados de La Quebrada no han cambiado desde que existen, pero ahora ya hay niños y niñas, podemos pensar que en el futuro muy próximo habrá mujeres clavadistas, cosas que no hay ahorita, pero el espectáculo sigue siendo un poco lo mismo que ha sido siempre. Y eso es muy bonito también de cierta manera".
Porque el Baby'O es eso: un lugar que se mantiene fiel a sí mismo, que conserva su identidad, y que precisamente por eso ha sobrevivido.
Tras este análisis musical, documental y humano, el director apunta que el propósito del documental no es la fiesta ni la nostalgia sino la empatía, el descubrimiento y un reconocimiento profundo de la capacidad del mexicano —y en especial del acapulqueño— de enfrentar la tragedia sin perder la luz: "Finalmente, tarde o temprano, el sol vuelve a salir, y el sol es bellísimo y Acapulco es una bahía con uno muy bello"
Porque lo importante, dice Maillé, no es volver al pasado, sino sostener a la gente que mantiene vivo El Puerto.
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