Lo Que Estos Internos Cultivan No Sólo Son Flores: Es Su Camino a la Libertad
Astrith Tolentino
En el Centro Varonil de Reinserción Social Santa Martha Acatitla, internos cultivan cempasúchil como parte de un programa laboral que impulsa su reintegración

El proyecto impulsado por la Subsecretaría del Sistema Penitenciario permite autoempleo y reinserción. Foto: N+FORO
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Detrás de los muros del penal, hombres privados de la libertad cultivan cempasúchil, la emblemática flor de los altares mexicanos. Lo que parece una simple actividad agrícola es, en realidad, una oportunidad de sanar, trabajar y reconstruir sus vidas desde la tierra.
Desde 2019, este huerto penitenciario ha crecido como un espacio verde de reinserción social, aprendizaje y dignificación del trabajo. Cada flor sembrada no solo embellece altares en noviembre, sino que representa una segunda oportunidad para quienes buscan rehacer su camino.
De zonas olvidadas a espacios que dan vida
Brenda Martínez, subdirectora de Fomento Artesanal de la Subsecretaría del Sistema Penitenciario de la CDMX, ha sido testigo del impacto positivo de estos programas dentro de los centros de reclusión.
Este programa consiste en recuperar espacios dentro de los centros penitenciarios para convertirlos en áreas verdes productivas.
La funcionaria señala que estas iniciativas no solo promueven el autoempleo y la capacitación laboral, sino que fortalecen la posibilidad real de reintegración social.
La reinserción social depende mucho del trabajo y la capacitación para el mismo.
Este huerto es uno de los siete que operan actualmente en centros penitenciarios de la capital. Y además estaca por ser uno de los más grandes, tanto en tamaño como en producción.
Cempasúchil y fresas: sembrar para sanar desde adentro
Uno de los internos más comprometidos con este proyecto es César Aldana, quien desde niño trabajó en el campo y hoy lidera las labores del huerto dentro del penal.
A lo que nos dedicamos es a mantener el huerto, a cuidar, a sembrar, a germinar y a mantener activo este espacio.
En este invernadero penitenciario no solo se cultiva cempasúchil, sino también jitomate, chile, fresa, plantas polinizadoras y otros cultivos. Sin embargo, durante octubre y noviembre, la flor de muerto se convierte en protagonista indiscutible.
Nosotros normalmente lo sembramos a mediados de junio, para que por estas fechas, que ya se acerca noviembre, se mantenga listo ya sea para la venta, para consumo personal o para exposiciones.
Este año, a diferencia de otros, las flores no saldrán del penal para su venta. Permanecerán dentro, decorando ofrendas y altares elaborados por los mismos internos.
La tierra como herramienta de transformación emocional
Más allá de lo económico, este proyecto ha funcionado como una poderosa forma de terapia para los internos. El contacto con la naturaleza, el trabajo en equipo y la constancia que exige el cultivo son elementos que ayudan a quienes cumplen una condena a reconectarse con su humanidad.
La jardinería y el cuidado de las plantas funcionan como una vía de escape emocional, ofreciendo tranquilidad, propósito y un sentido renovado de responsabilidad.
El cempasúchil, símbolo de la vida y la muerte en la tradición mexicana, florece así como metáfora de la esperanza: una flor que, incluso en los terrenos más áridos, puede volver a crecer.
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