Muerte y Corrupción: Así Opera Gasera Relacionada con Explosión de Pipa en Iztapalapa

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Jafet Tirado

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Extrabajadores de la gasera Unigas, un empresa de Grupo Tomza, denuncian negligencias en las instalaciones y manejo de pipas. Advierten que las unidades son un “riesgo latente”

Pipas sin Frenos, Negligencia y Corrupción: Así Opera Gasera Responsable de Explosión de Pipa

Pipas sin Frenos, Negligencia y Corrupción: Así Opera Gasera Responsable de Explosión de Pipa

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Cuando Gabriel García llegó corriendo a las instalaciones de Unigas, la empresa en la que llevaba casi 40 años trabajando como chofer de una pipa de gas, estaba muy nervioso. Cuenta que en los chats del trabajo reportaron la muerte de un empleado al interior de la planta y que su hijo, que estaba laborando ahí desde las 4 de la mañana, no le contestaba el teléfono. Le pareció muy raro. Era abril de 2022.

Gabriel tocó la puerta de las instalaciones, ubicadas en el municipio de Tlalnepantla, en el Estado de México y que forman parte de Grupo Tomza, la dueña de la pipa que provocó el accidente en el puente de La Concordia en Iztapalapa.

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El vigilante no lo dejó pasar, aun cuando ya lo conocía. Gabriel le marcó a sus supervisores para preguntar qué estaba pasando dentro de las instalaciones y no tuvo respuesta. Uno de sus compañeros, que había sido desalojado, se acercó a decirle la verdad:

"Es tu chavo, Gabriel, es tu hijo. Está muerto. Lo atropelló una de las pipas y al chofer lo dejaron ir”.

Regresó a la puerta a suplicar que lo dejaran pasar y esta vez, quizá por la desesperación que mostraba, le dieron acceso. Corrió hacia donde estaba la camioneta del forense y vio que subían un cuerpo, pero no pudo ver el rostro. Le rogó a una perito que le dejara reconocer el cuerpo. Después de unos minutos aceptó mostrarle una foto. Y sí, era su hijo, estaba sobre el piso y tenía la mitad del rostro deshecho. Un chofer se echó de reversa y no lo alcanzó a ver. Lo sorprendió por la espalda.

Gabriel estaba a un mes de convertirse en padre por segunda vez. Foto: Cortesía

Gabriel contiene el llanto al recordar la pérdida de su hijo, un joven de 28 años que llevaba cinco años trabajando como ayudante de chofer de pipa. Estaba a un mes de convertirse en padre por segunda vez. Dice que siente coraje porque la muerte de su hijo se pudo evitar, si la empresa hubiera tenido señalización, cursos de capacitación y otras medidas de seguridad básicas.

“Donde quedó mi hijo tendido no había luz, no habían señalamientos.  Ya después pusieron sus láminas de “paso peatonal” y  “peligro aquí, peligro allá, pero ya después de que pasó lo de mi hijo. A la empresa le vale madre la vida de un trabajador”. 

Tanto Gabriel, como tres más de sus compañeros, extrabajadores de esa planta, coinciden con esa versión. Cuentan que la muerte de su hijo no es el único deceso que ha habido en las instalaciones de Tlalnepantla por falta de medidas de seguridad, y que ver personas lesionadas por fugas de gas o atropellamientos, es algo frecuente de lo que tenían prohibido hablar.

Cuando Julio (nombre utilizado para proteger su identidad) veía que las pipas salían del taller de reparación, listas para repartir miles de litros de gas LP por toda la Ciudad de México, sentía miedo. Asegura que los vehículos de la empresa estaban en pésimas condiciones, aun cuando el personal de mantenimiento advertía a su superiores sobre el riesgo de tenerlas en circulación.

Julio trabajó por 21 años como mecánico y fue despedido en abril de este año junto con otros 80 compañeros; todos trabajaban en la planta ubicada en Tlalnepantla, Estado de México. Ahora que ya no forma parte de su plantilla, se atreve a hablar sobre las irregularidades que vio ahí.

“A veces tú les avisabas (a los supervisores) que las pipas ya estaban mal de frenos y te decían: 'Mándala así, aguanta un día más, mándala así'. O les decías que las llantas ya estaban completamente lisas y no les importaba, le daban hasta lo último, aunque explotara la llanta en la calle. Le ponían un repuesto de las unidades paradas, nada más para que pudiera seguir trabajando.“

El extrabajador cuenta que de las 10 refacciones que les pedían en promedio para las reparaciones, los encargados solo le entregaban tres y el resto eran piezas usadas de otros vehículos. El argumento era la falta de recursos.

“Nosotros teníamos esas confrontaciones con los jefes y yo les decía: ´Si tú autorizas que se vaya así, tú fírmame, porque tú me estás mandando a hacerlo así.  Al rato si se suscita un accidente, un choque, una volcadura ¿quién va a ser el responsable?”. 

Alberto coincide con esta versión. Trabajó como mecánico en la empresa por 19 años y fue despedido en el mismo recorte masivo. Él nos mostró un video de una pipa que circuló por carretera varias horas con la llanta tambaleándose. “Ya casi se le salía la rueda. Llegó de puro milagro a la planta”.

Alberto agrega que esa situación era común, pues no querían gastar en grúas que remolcaran las unidades; a eso se sumaba a la falta de refacciones y personal de asistencia.

Las “bolas” deben ser monitoreadas para analizar si tienen alguna fisura. Foto: Cortesía
Las “bolas” deben ser monitoreadas para analizar si tienen alguna fisura. Foto: Cortesía

"El tanque viejo lo montaban en una unidad nueva"

Ambos mecánicos explicaron lo peligrosa que es la falta de mantenimiento a los tanques que guardan el gas LP.  Las “bolas”, como se les dice en el gremio, deben ser monitoreadas para analizar si tienen alguna fisura o si las paredes se han adelgazado; es una especie de ultrasonido. También hay pruebas de llenado a presión para encontrar posibles huecos en las soldaduras.

Julio asegura que la empresa usa tanques fabricados desde hace más de 30 años y que sus paredes se han adelgazado, pues el gas, que es líquido en el interior, carcome el metal con el tiempo. Explica que lo ideal es hacer diagnósticos a los tanques e identificar si se requiere cambiar la placa completa y soldar. Pero agrega que es más rápido y menos costoso si solo las pintan y las instalan en carrocerías nuevas. Eso es algo común.

“Se la quitan a una pipa que ya dieron de baja y la bola la vuelven a reutilizar y se la ponen a otra pipa. La pintan, la hojalatean y va para trabajar nuevamente”, asegura Julio.

“Que no entren las pipas, va a haber revisión" 

Los extrabajadores de la gasera comentan que todas las irregularidades que vieron dentro de la empresa pasaron desapercibidas para la autoridades municipales y estatales. Esto en parte se lo atribuyen a una red de corrupción entre los inspectores y jefes de la planta, pero también a los avisos previos que recibían.

“¿Cómo se enteraban? No lo sé, pero ya sabían que iba a haber revisiones. Nos decían: pasado mañana va a haber, vamos a limpiar todas las áreas". 

Como ellos saben que su mayor parque vehicular no está en regla, "entonces mandaban las pipas a unos 20 o 30 metros fuera de la planta para ocultarlas, y ya que se iban las autoridades que en ese momento estaban inspeccionando, las dejaban ingresar”. asegura Alberto.

Lo mismo cuentan sobre los uniformes. Dicen que los días de inspección de la Secretaría del Trabajo, a los que no tenían uniformes, los mantenían a unas cuadras de la planta. Quien tenía suerte, recibía un uniforme nuevo un día antes de la revisión. 

Respuesta del gobierno de Tlalnepantla de Baz, Estado de México.

Hace unos meses, las personas despedidas reportaron de manera anónima las irregularidades de la planta al gobierno de Tlalnepantla, con la esperanza de que haya una regulación. La respuesta fue que la planta cumplía con “las medidas mínimas de seguridad que previa visita de verificación fueron corroboradas”. Eso los desanimó.

Los entrevistados agregan que en el despido masivo de abril no recibieron la compensación que les tocaba por ley, pero que aceptaron lo que les ofrecían por necesidad y por presión del sindicato que, según sus palabras, “está completamente coludido con la empresa”. Aun siguen exigiendo el pago de las utilidades. 

Para Gabriel, que estaba por cumplir 40 años en la compañía, el despido “ya no le importaba”. El cuenta que denunció a la gasera por la muerte de su hijo y que de inmediato empezaron las represalias, como quitarle la pipa de gas que trabajó por muchos años. 

A tres años del accidente, aún pelea en tribunales la indemnización para su nuera y sus dos nietos, ya que asegura que la empresa solo pagó los gastos funerarios. 

“No tengo nada que perder. Ya perdí mi trabajo y perdí a mi hijo. La empresa me dio mucho, pero me quitó también mucho. Algo muy valioso para mí.”

Pedimos una respuesta de Unigas a los señalamientos de sus extrabajadores. Hasta la publicación de este reportaje, no respondieron. 

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